Periodismo Ciudadano

Correr los límites

  • 19/05/2015 • 00:00

CORRER LOS LÍMITES

 

Es conocido el cuento que narra cómo poder encerrar a unos cerdos salvajes: primero se deja comida en un terreno aislado para que los animales se acostumbren a ir; luego se pone una valla en un lateral y ellos, luego de un tiempo de desconfianza, vuelven a concurrir a ese lugar a alimentarse. Entonces se construye el lateral opuesto, y vuelve a repetirse la escena. Más adelante se unen por el fondo y los cerdos reiteran su actitud. Casi al final se cierra el perímetro dejando una puerta abierta, siempre obteniendo el mismo resultado. Hasta que por último, con los animales comiendo, sólo basta cerrar la trampa.

Este ejemplo, a la inversa, es lo que nos está pasando como sociedad: los cambios bruscos son generalmente cuestionados y rechazados, pero los graduales no.

En la mayoría de las cosas lo que antes era rechazado, ahora se tolera, y hasta se aplaude.

¿Cómo fue ese cambio? De a poco

Como el cuento del sapo en una olla, donde el agua va calentándose de a unos grados por vez. Él sólo siente un leve cambio, al que no le da importancia, hasta que, sin darse cuenta, queda calcinado

Nos fuimos acostumbrando a que cada vez nos corrieran los límites. A tolerar pequeñas modificaciones que aceptábamos únicamente porque era más fácil sobrellevarlas que oponerse.

Hasta que, sin darnos cuenta, quedamos encerrados en un corral absurdo, presos de “libertades” que nunca solicitamos y de costumbres que hace poco tiempo hubiéramos rechazado enfáticamente.

¿Ejemplos? ¡Sobran!

Si la velocidad máxima es 100 km/h, ¿es lo mismo ir a 101 km/h? Con ese criterio, también podremos viajar a 102 km/h, o a 103, o a 105, o a 110, o a 140

Si debemos estar a las 8.00 hs, también podemos decir que está bien llegar a las 8.01, o a las 8.30, o a las 13.00.

Y con ese criterio, si en el colegio se aprueba con 7 puntos, entonces con 6,99... ¿también aprobamos?

Un producto que vale 9,99 $ ... ¿vale 10$?

En un lugar apto sólo para mayores de 18 años, ¿pueden entrar los de 17 años y medio?

Y así, poco a poco, vamos mutando

Hay nueve letras en la palabra “PROHIBIDO” y dos en la palabra “NO” ¿Cuál es la que no se entiende?

No todo debe ser exactamente igual a como era antes, es obvio que hay cambios que deben darse, pero tampoco todo lo anterior es obsoleto.

La sabiduría del hombre (y de toda una sociedad) pasa por discernir y conciliar el pasado con el presente, sin olvidarse del futuro.

Todos los cambios proyectados deben ser dados evaluando el presente, con la experiencia del pasado y una visión del futuro que aspiramos, a fin de no tener que modificar a cada rato lo que recién adaptamos.

Sin embargo, estamos acostumbrados a los parches, a la improvisación. Y es por eso que las leyes (nuestros límites) son cada vez más difusos. Y cuando esto sucede “está todo bien”.

Esas leyes, cuando son así de “flexibles”, las terminamos acomodando a nuestra conveniencia. Tal vez sea lamentablemente cierto que en nuestro país las leyes han sido hechas para ser violadas y no para ser cumplidas. (“Son para los otros, no para mí”)

Y es entonces cuando nadie sabe dónde empiezan y terminan nuestros derechos (y lo que es peor: ¡nuestros deberes!)

Y de esa manera, casi sin que nos demos cuenta, empezamos a naturalizar las cosas que no hace mucho ni siquiera imaginábamos: piquetes, “trapitos”, el aborto, las tomas de los colegios, las “vueltas olímpicas” de estudiantes, la pornografía encubierta, cuestionamientos y agresiones por sexo, raza o aspecto físico o edad, las “coimas”, los amiguismos, los “acomodos”, las picadas, las cadenas nacionales sin motivo nacional, los impuestos “por única vez”, la inflación, las barras bravas, las interminables filas (“colas”), la mala atención, la falta de saludo, las “palabras mágicas” (permiso, por favor, perdón, gracias), la basura en cualquier parte u horario, los ruidos molestos, etc., etc.  

Tanto los naturalizamos, que ahora encontramos gente que los defiende, considerándolo un “derecho adquirido”,

¡Basta de buscar la culpa en otros! Primero preguntémonos si cada uno de nosotros ha aportado lo propio.

Con “aportar lo propio” no me refiero solamente a cumplir las normas, sino a hacerlas respetar, denunciando a los infractores. El famoso “no te metás” es uno de los peores cánceres de nuestra sociedad.

Pero para ello debemos dejar de correr los límites y respetar los actuales

Como dijo Paulo Orosio (escritor y obispo español): “No hay forma debida de hacer lo indebido”

 

 

Prof. Alejandro Cullen

DNI 11.988.733

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