El "flete trans" un servicio y delivery LGBTIQ+ que crece en cuarentena
Derribando prejuicios y preconceptos, se organizan para hacer mudanzas, transportes y tareas varias. Plantean un modelo de trabajo autogestivo, con cupo laboral trans, que rompe con los estereotipos de género.
Suben muebles a la camioneta, los acomodan y ajustan bien para asegurar que se banquen el traqueteo del viaje. Disponen el mejor lugar para llevar un cachorro juguetón o la jaula que transporta un gato algo estresado. Embalan paquetes, algunos chicos y otros más pesados, planean recorridos y coordinan horarios de entrega. No pierden de vista las cuestiones mecánicas del vehículo o de la moto, las condiciones del tránsito y tampoco tener a mano un kit de ropa impermeable por si el pronóstico anuncia lluvias.
Mujeres heterosexuales, lesbianas, chicas y chicos trans se unieron para buscar una salida laboral y se organizaron para realizar mudanzas, envíos de productos y gestión de trámites, en la Ciudad de Buenos Aires, el conurbano, el Gran La Plata y otros destinos del interior. Cargan muebles, electrodomésticos, productos de limpieza, comidas caseras, libros, regalos de cumpleaños, obsequios por el día del padre o del amigo, y hasta trasladan mascotas, un ítem que desde el inicio de la cuarentena creció por el aumento de las adopciones y las tenencias compartidas.
Cuando comenzó la cuarentena nació Motomensajeria Transfeminista, de la mano de un grupo de personas del colectivo LGBTIQ+ que se conocen de compartir viajes en caravanas de motos y de participar en los encuentros nacionales de mujeres. En tanto, la primera Red de Transporte Transfeminista, creada hace ya 4 años, salió a ofrecer más servicios de traslado y trámites. En moto, auto o camioneta, todas coinciden que la demanda creció durante el aislamiento.
En tiempos de confinamiento, también llevan los productos elaborados por numerosos micro-emprendimientos que surgieron ante la crisis, tan variados como ropa, pastas, objetos de cerámica, esencias naturales, toallas femeninas de tela o tejidos de crochet. Todo, informan, con presupuestos accesibles y un especial cuidado de la salud en el marco del protocolo sanitario frente al Covid-19, licencias al día y certificados de circulación. En resumen, proponen una experiencia de trabajo organizada de forma cooperativa, sorora -con lazos solidarios ante la discriminación sexual- autogestionada, horizontal, con cupo laboral trans y por fuera de la precariedad laboral de las plataformas de mensajería instaladas en los últimos años.
Con el mundo en “modo pausa” hay ciertos debates que lejos de postergarse, parecen haber cobrado más fuerza. Sucede que las consecuencias de la propagación mundial del coronavirus saltaron el ámbito sanitario, provocando transformaciones en las relaciones interpersonales, la vida cotidiana y el actuar social. Una de ellas es la evidencia que voces feministas relatan desde hace tiempo: la necesidad de desarmar la enquistada creencia de que las tareas de cuidado y del hogar son asuntos “femeninos” mientras que determinadas ocupaciones, en este caso los trabajos generados en el sector del transporte, son incumbencias “masculinas”.
La idea está bastante clara: los oficios no tienen género. Las mujeres e identidades disidentes que tomaron las riendas del volante tienen entre 20 y 50 y pico. Algunas ya tienen experiencia en el rubro: eran remiseras, fleteras o se dedicaban a hacer otros traslados. Tuvieron que sortear situaciones de discriminación simplemente por ser mujeres y querer trabajar en un espacio lleno de hombres, pero también aprendieron que no hay una salida individual, sino que se necesitan redes de apoyo, simbólicas, solidarias y económicas. Con ese espíritu se organizaron para brindar un servicio distinto ante malas experiencias con taxistas, remiseros y afines.
Fuente Infobae.