Dispersión de los caballos en América

Premio Newcomb Cleveland 2024 para investigador santacruceño

Se trata del Dr. Juan Bautista Belardi, docente investigador de la UARG-CONICET, quien junto a un equipo interdisciplinario de científicos investigadores de diferentes universidades del mundo, estudió la dispersión temprana de los caballos domésticos en América. Por su trabajo, obtuvieron el Premio Newcomb Cleveland 2024.

16/02/2024 • 18:37

El Premio Newcomb Cleveland es un premio anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) por publicaciones destacadas en la revista Science de la AAAS. Inicialmente llamado así en honor al Premio de los Mil Dólares de la AAAS de 1923, el premio pasó a llamarse en 1951 en memoria del benefactor anteriormente anónimo Newcomb Cleveland, después de su muerte.

Este año, este importante galardón fue entregado al grupo de científicos que estudió la dispersión temprana de los caballos domésticos en América, donde el profesor e investigador santacruceño Dr. Juan Bautista Belardi, tuvo un rol fundamental.

Por la premiación, el grupo obtuvo 25 mil dólares, los que serán donados a la Universidad de Colorado y apoyará la investigación y la capacitación en perspectivas indígenas.

Cabe recordar que, en 2023, la investigación sobre la dispersión temprana de los caballos domésticos en las grandes llanuras norteamericanas y en la parte norte de las Montañas Rocosas, tuvo su reconocimiento en la revista Science, una de las revistas de divulgación científicas más prestigiosas del mundo.

 

El estudio

Este equipo internacional de científicos encontró restos de nueve caballos que vivieron en el siglo XVI en la provincia de Santa Cruz, Argentina, lo que produjo importantes revelaciones sobre las comunidades indígenas que manejaban a esos animales.

Hay evidencias que indican que los ancestros de los caballos actuales se habían desarrollado en América del Norte. Se dispersaron hacia Asia y Europa. También llegaron a Sudamérica hace más de 2,5 millones de años. Pero no sobrevivieron a una megaextinción que ocurrió en el continente hace más de 12.000 años. Hasta que, en el siglo XVI, los europeos volvieron a reintroducir a los caballos en Sudamérica. Los animales estaban domesticados y tenían características distintas a los originarios de América.

Fue en 1536 cuando Pedro de Mendoza desembarcó en Buenos Aires, con una tripulación, 100 caballos y algunas vacas, según los registros históricos. Por la resistencia de la comunidad indígena, la falta de alimentos y la aparición de enfermedades, ese grupo de europeos tuvo que abandonar el lugar. Y los animales quedaron abandonados.

Más adelante, en 1580, ocurrió la llamada “segunda fundación de Buenos Aires”: los europeos que llegaron a la zona encontraron abundante cantidad de caballos asilvestrados o cimarrones (que en algún momento habían sido domesticados). Desde Buenos Aires o desde Chile, los animales se habrían desplazado hacia el sur.

Con esta información, el equipo de científicos que trabajan en instituciones de la Argentina, Estados Unidos, Sudáfrica, Chile, Noruega, Alemania y Francia, descubrieron y analizaron los restos de 9 individuos de caballos en un sitio de la provincia de Santa Cruz, y demostraron que los caballos se fueron desplazando hacia el sur y fueron adoptados por las comunidades de indígenas tehuelches más tempranamente de lo que se pensaba.

El hallazgo, que fue publicado en la revista Science Advances, da cuenta de la enorme flexibilidad que tuvo la comunidad de los Aónikenk o tehuelches, para adoptar rápidamente el manejo de los caballos mucho antes de lo que se pensaba. Fue antes de que se establecieran los asentamientos permanentes de los europeos en Patagonia.

A través de la colaboración internacional, se hicieron estudios de los restos de los caballos y de materiales que estaban con ellos con técnicas biomoleculares y de arqueozoología.

Clavos, adornos y otros artefactos de metal fueron encontrados el sitio de Chorrillo Grande 1, en Patagonia argentina, junto con los restos de los caballos. Dan cuenta de la interacción de las comunidades tehuelches con los europeos.

Otro tipo de estudios permitieron estudiar la dentición de los caballos y revelaron que los animales habían realizado movimientos entre las cuencas del Río Coig y del Río Gallegos.

El análisis de los restos de caballos, resaltó oportunamente a los medios nacionales el doctor Belardi, “nos brinda pruebas de que hubo una integración temprana y rápida de los caballos en las sociedades indígenas, antes de los asentamientos europeos permanentes en la región de la Patagonia”.

Subrayó que “la arqueología viene a sumar una línea de evidencia independiente pero complementaria a la histórica”.

Los esqueletos completos que se identificaron en América del Norte sirvieron como pruebas de que se montaba a caballo. En cambio, los huesos fragmentados de Patagonia no permiten determinar cuándo se montó a caballo por primera vez, solo que se los comían.

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