Unos limpian, otros vuelven a ensuciar

Cuantas veces escuchamos la queja de los vecinos por la falta de lugares para la recreación. Cuantas veces más vimos publicaciones en las redes sociales relacionadas a la basura que desborda los contenedores o aquellas bolsas que son esparcidas por los perros en la calle. Muchas, seguramente. Tantas veces se repiten hasta el hartazgo estos mensajes de indignación, que uno supone que se graba en la conciencia la conducta de respetar y cuidar la ciudad donde uno vive como manera de convivir. Pero al parecer no es tan fácil como sumar dos cifras.

Estos últimos días de calor en Río Gallegos fueron aprovechados por muchísimas personas para las actividades al aire libre. Y no solo ejercicios, sino también recreativas o juntadas entre familiares y/o amigos para compartir alguna comida/bebida. Éstas últimas a actividades son las que generan desperdicios o basura, como se lo quiera llamar, la cual podría tener como destino una bolsa personal o un tacho/canasto destinado a la misma. No ha sido muchas veces éste el caso, ya que la acumulación de residuos, desechos y suciedades, acompañados por el viento, fueron el decorativo tanto de parques, plazas como de jardines públicos, calles y veredas, y también la costanera en toda su extensión. 

Algunos han sido la excepción, asociaciones ambientalistas, juntas vecinales, vecinos autoconvocados, pescadores y guardapescas, son los pocos que tratan de devolverle la estética a esos lugares bastardeados por la ignominia de otros, muchos. 

La latita de aluminio sigue girando, empujada por el viento, rumbo a la costa. La bolsa de plástico también, pero encontró el alambrado para refugiarse. Y así muchos desechos que siguen acumulándose. Se multiplican los desperdicios y, poco a poco, se apropian de cada lugar ante la mirada desinteresa del ciudadano que pierde, una vez más, un espacio urbano.