SIETE PECADOS CAPITALES

IRA

El policía que usó su arma por primera vez en una comunidad aparentemente tranquila. La bronca que el consumidor ya no puede canalizar y que sólo se dedica a sobrevivir.

  • 01/12/2018 • 11:20

*Por José Antonio Villanueva

(Con la colaboración de E.L)

-¿Usó el arma?

-Sí, hice tres o cuatro disparos  apuntando a repeler…con la intención de reducir al delincuente.

Fue la primera vez que Juan gatilló. Sucedió en un tiroteo en la primavera de  1994 en Río Gallegos. Un delincuente había entrado a una vivienda a robar, situada el frente del Cuartel de Bomberos. Se escapó, luego de maniatar con alambres a la familia, y se parapetó entre una pared y el auto, la mejor posición para defenderse de los policías.

Juan no se lo esperaba, y menos un sábado antes del mediodía. Cuando disparaba (él y sus compañeros sin chalecos antibalas)  recordaba lo errónea que había sido la información que recibió por radio: supuestamente se necesitaba apoyo para una “identificación policial”. Ese día murió  José Ignacio Riquelme (Sargento Primero, post Mortem) a causa de dos disparos.

“La consiga si se usa el arma de fuego, es disparar en zonas en dónde no son vulnerables”, contó. Pero claro eso es en “teoría”. En la práctica un hombre dispara indiscriminadamente a matar a todo lo que ve. “La única forma de repelar es con la misma calidad de agresión”, aclaró.

Los disparos de Juan no dieron en el delincuente porque estaba posicionado en un punto que no le favorecía. ”Se terminó quitando la vida él solo. Tenía una 38 que se metió en la boca, y cuando le hacen la autopsia encontraron disparos de algunos policías que le dieron. Eran siete u ocho”, detalló Juan.

Ese día tenía 23 años, recién casado. Habría egresado hacía solo dos años de la Escuela de Policía de Santa Cruz. “Uno tiene la vivencia del momento. Esa carga de adrenalina lo sigue a uno y en algún momento se calma y piensa: Qué hubiera pasado si recibía un disparo”, analizó.

Nunca más uso el arma “a ese nivel”, y se alegra no haber tenido que hacerlo. “Tengo compañeros que han usado al arma y han tenido un golpe emocional… si se quiere es bronca interna”, contó Juan José Pérez(47), ahora Comisario de la Unidad Regional Sur.

Juan estuvo en diversas áreas de la fuerza Desde el GOE, pasando por administración y logística, director de Agentes, Director de la Escuela de Cadetes, hasta en una Comisaría de Fitz Roy, trabajando casi como policía rural en donde a veces le tocaba buscar “caballos sueltos”.

“Donde más ira vi en la gente fue en la Comisaría, y cuando trabajaba los fines de semana en Tránsito policial. Traté con gente que no tenía nada que perder   porque la vida de ellos era salir a ingerir bebidas alcohólicas y salir en sus vehículos”, relató.

En 2007 vuelve a estar “en contacto con la gente”, A cargo de la Seccional Tercera. La realidad social era muy diferente  desde que se enfrentó al delincuente. “Es impresionante cómo cambian las cosas en algunos años. Lo noté inmediatamente porque veía que en una casa vivían tres generaciones, desde el abuelo, la mamá y el nieto, cosa que no pasaba cuando trabajaba en los ‘90”, marcó.

El ahora Comisario fue testigo de “muchas separaciones en las familias”. “Costaba llamar a alguien responsable de un menor, y la institución policial no tenía bien aceitada la conexión con el Ministerio de Asuntos Sociales, porque no había en esa época un ida y vuelta”, recordó.

Juan trabajó en la seguridad de locales nocturnos. “Siempre estuvo en los jóvenes   la ingesta (excesiva) de bebidas alcohólicas. Pero también está el caso  de la gente grande, que vuelve a salir, y tiene otra situación económica y bebe mucho y se pone violenta”, mencionó.

 

-Ahora por ejemplo, las denuncias por  violencia de género imagino que ocupan un lugar importante.

- Nuestra institución puso en funcionamiento la Comisaría de la Mujer. Es perfecto, porque se leyó lo que faltaba, y quizás deberían haber estado antes porque esta problemática siempre estuvo, solo que antes se hacían exposiciones o denuncias por lesiones. La gran avanzada estatal fue leer los casos de violencia de género o violencia  familiar, porque eso ya lo teníamos y quizá no se le daba la importancia que mercería.

Hoy la mayoría de las detenciones que realiza la policía son por violencia de género. Por fin de semana, tenemos cuatro o cinco casos.

 

-¿Entre qué edades oscilan las denuncias?

Hay denuncias de parejas grandes, pero lo que vengo viendo son de entre 25 y 35 años. Mucha violencia se origina luego de salir de los locales bailables. Pero también hay casos de violencia contra hombres. Las hay. Hace poco detuvimos a una mujer por violencia. De 15 casos, uno es de una mujer. Antes no se hacía, pero ahora los hombres lo denuncian.

Después de recordar todos los lugares en los cuales trabajó dentro de la fuerza,  es muy probable que para el Comisario, el tiroteo de ese sábado hace 24 años, no haya sido el único momento en el que conoció a la ira en carne viva.

 

CAMBIÓ

El ingreso de las mujeres a la policía, permitido desde 1998 en el que egresó la primera promoción de 50 cadetes femeninas e 1999 provocó en el necesario cambio de esta institución verticalista.

“Desde el 2000 en adelante, la incorporación mixta se dio en un 50 y 50. Es decir, el año pasado la mitad eran mujeres. Y eso antes no pasaba”, destacó.

 

-El cambio debió ser de a poco.

Cuando la mujer llegó a la institución, no solo se debieron cambiar edificios y comisarías, como crear un nuevo baño, sino que la vida interna dejó de ser tan severa, porque se asemejaba la guardia de un ejército. El oficial no podía hablar con un sargento, esto estaba prohibido. La vida interna era dura porque eran todo varones. Cuando llegó la mujer nos humanizamos muchísimo. Pertenezco a la promoción que trabajaba desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche. Llegaba a la comisaría y me decían que descanse y vuelva de nuevo. Así estuve dos años. De esa dureza hablo yo, de cuando dormía con borcego puesto y uniformado.

 

-¿Hay o hubo problemas en el trato interno con la mujer en la policía?

La institución debió aprender a convivir y tratar con una mujer trabajadora. A la institución le costó eso y a la mujer acostumbrarse a la comisaría, y a la Comisaría convivir con una oficial. Llegado el momento tuvimos un aluvión de bajas de mujeres cuando personal del Poder Judicial se jubiló en 2005 y se llamaron a concursos y tomar empelados, porque la mayoría que se fue fueron mujeres de la policía porque iba a una institución que se trabajaba de otra manera además de que otro atractivo era la fuente laboral.


“Tengo compañeros que han usado el arma y han tenido un golpe emocional”.

 

ENDEUDARSE PARA PAGAR DEUDAS (EL PEOR AÑO PARA CONSUMIR DESDE 2002)

Este año Argentina sufre la mayor inflación desde el 2002, año en el cual la economía se fue recuperando de a poco luego de la crisis de diciembre de 2001

Así el consumo no solo bajó, sino que en los últimos meses la clase media se endeuda para pagar lo mínimo indispensable, como lo son alimentos y servicios,  según advirtió Sergio Procelli, titular de la ONG Consumidores Argentinos.

 

Es decir, ahora la bronca del consumidor no se canaliza comprando marcas de segunda o tercera línea, sino que sencillamente trata de sobrevivir.

Según un estudio que realizó esta ONG en tres ciudades- Buenos Aires, Mar del Plata del Plata y Rosario- una familia de clase media con dos hijos, necesita 50mil pesos mensuales para vivir. El dato es alarmante   si se tiene en cuenta que no se mide ninguna provincia patagónica, con gastos y costos mayores.

Para el año que viene, el panorama no expone que fuera a mejorar.

“El consumidor consume lo mínimo indispensable y hasta donde puede”, indicó Porcelli. “Se fue dando un proceso que arrancó en 2016, en donde la gente primero empezó a tratar de afrontar o dejar de gastar en aquellas cosas que tenía como gastos extras, luego tratar de ahorrar, ver cómo podía aprovechar ofertas, y a principios de este año y agosto en plena devaluación se consumía lo mínimo indispensable. Hoy vemos gente que se endeuda solamente para pagar lo indispensable, gente que se endeudó en lo básico, considerando alimentos y servicio, y nada más”, advirtió.

 

-Es endeudarse para pagar en cuotas alimentos.

La gente se endeuda con tarjetas de crédito porque de esa manera paga los servicios en dinero efectivo o saca préstamos. Pero las cuotas de las tarjetas   generan interés y los vencimientos se acumulan con nuevos gastos que son más altos porque aumentan. Los ingresos no acompañan los aumentos, y uno necesita sacar un crédito. Ni hablar con aquellos que sacrón un crédito o crédito UVA, que están muy complicados, o los que tiene un plan de automóvil, que están todavía peor.

Hace poco nos reunimos con oficinas de consumidores en Buenos Aires, y la mayoría  coincide que la mayor demanda pasa por  el nivel de endeudamiento, y dentro de muy  corto plazo veremos gente con demandas y problemas por no poder pagar las deudas que fue contrayendo.

 

-La corrida cambiaria complicó algo latente.

Es un proceso. Primero las tarifas que impactan doblemente, en lo que paga y a su vez si aumenta el gas y electricidad impactan en las cadenas de precios, como el aumento del combustible. Cada una de estas cosas genera más inflación que retroalimenta todo el sistema y es una bola de nieve. También esto es consecuencia al haber dolarizado el sistema y una cosa impacta en la otra.

 

-Los insumos del campo, por ejemplo, que genera alimentos, están dolarizados.

También los comodities, la materia prima en la Argentina y los servicios mismos que se dispararon por la adecuación tarifaria que dependen de los mercados internacionales. Una devaluación del cien por cien impacta, tal es así que aún hoy habiendo bajado el dólar todavía siguen habiendo coletazos de aumentos porque la devaluación así y todo con los aumentos que hubo, no se trasladó cien por ciento a precios porque el comerciante no está vendiendo. Así que como lo va a trasladar a los precios si no vende.

 

-¿Existe un cambio en el consumidor que más llama la atención?

Nos llama la atención, que es una preocupación, la cantidad de gente

que pide préstamos en financieras para sostener el consumo diario. El reflejo fiel de esto, de cómo la gente cambió los hábitos de consumo, son los negocios cerrados porque la gente deja de consumir. A cualquier ciudad que uno va, veía años atrás los locales llenos, pero hoy ve carteles de alquileres, y esto es gente que compra menos y así lo indican los números nacionales.

 

-Esto no terminó, es decir, esto no significa que en 2019 continúe.

Si uno debe manejarse por indicadores, y los presupuestos aprobados en Nación, provincias y municipios, la cuestión tiende a preocupar más, porque estos presupuestos implican más ajuste que en una economía de recesión impactar de forma negativa. Hay además un sendero de aumento de tarifas que continuará en febrero con la electricidad, y en abril con el gas, y salvo que esto se cambie, ya está previsto.

 

-¿En este contexto, se le pueden dar recomendaciones al consumidor?

Existen en un ámbito de consumo normal. Porque uno puede decir como consumir, pero o cuando uno consume y le alcanza para lo mínimo indispensable, es muy difícil.

Da impotencia cuando la gente pide préstamos para pagar el gas. Algunas distribuidoras envían la factura con un sobre que acompaña la propaganda de una financiera.

“Algunas distribuidoras envían la factura con un sobre que acompaña la propaganda de una financiera”.

 

LOS VERDADEROS MALVADOS   (Una breve historia de Ira)

Río Gallegos es una ciudad pequeña, a comparación de otros centros urbanos del país. Pero no deja de ser eso: Ciudad. Con su rutina, sus tramos grises, su velocidad en las horas pico, en la gente el tráfico, el estrés.

En cada crisis, esta vida con enojo y frustración se acrecienta, junto a la irritabilidad.

Cerca de un fin de año, siendo yo mucho más joven, con el calor del mediodía y próximo a una fecha límite para presentar cierto papel ante un organismo, tuve que hacer una agobiante fila eterna en una oficina pública. Yo y mi maldita costumbre de dejar todo para último momento, sumado a un pésimo día donde me pasó de todo, la burocracia estatal, el fin de de mes sin sueldo, el cruce poco amable con distintas personas durante la mañana y el próximo horario de cierre de la oficina, suponían un cóctel poco agradable.

Cuando finalmente llegué frente al mostrador, faltaban apenas minutos para el cierre, pero sentí cierto alivio de poder llegar a mi meta faltando solo unos minutos.

Entregué el papel a la empleada, quien inspeccionó la hoja y con mucha tranquilidad me dijo: “Muy bien señor, necesito tres copias de este papel para poder sellárselo”.

Después de haber recorrido toda una mañana de obstáculos de papelerío, y no poder cumplir mi objetivo en los últimos minutos, toda la sangre se me vino a la cabeza y esa señora pasó a ser la cara del sistema que se nos ríe en la cara. Algo afloró en mí. Obviamente no terminó en un acto de extrema violencia, pero subí la voz y balbuceé cosas como “qué vergüenza”, “al final a uno no le dicen”, que “una cola lentísima y al final quién me devuelve el tiempo qué perdí en el trámite”, y cosas por el estilo.

La mujer miraba tranquilamente (y eso me enfureció más) cómo se lo tomaba con tanta tranquilidad

-¿Ya está?, dijo después de mi show.

-Hagamos una cosa cálmate, anda a sacar fotocopias al kiosko de la esquina y yo te espero acá. No importa si cuando volvés está cerrado. Pregunta por Silvia y que te hagan pasar así terminamos tu trámite, dale? Todos tenemos malos días, dijo tomando una de mis manos. Y hablando con una paciencia celestial.

Con vergüenza y mirando al piso me fui al kiosko a sacar fotocopias, volví y ella me esperaba para terminar con el tema.  Incluso me invitó mate.

Ese día aprendí que si la ira es un pecado, es de los más peligrosos porque nos nubla la visión. Y si la ira no es un pecado, en todo caso no debe apuntar los trabajadores que colocan la cara y son los que reciben nuestra miseria en la cara en nombre del sistema. Nuestra ira, si no es un pecado, debe ir hacía los verdaderos malvados.