“Yo fui al cielo a dejar a mi hija y volví”
Natacha -19 años- llevaba un embarazo de cinco meses e ingresó al nosocomio de Río Gallegos con dolores en la panza. Había sufrido desprendimiento de placenta normoinserta, y a consecuencia de esto se desencadenó una CID y deceso fetal. Le dieron 72 horas de vida ya que la hemorragia era imparable. Su cuerpo se quedaba sin sangre hasta que sucedió un milagro, como lo califica ella, y hoy cuenta su historia. Le encontró otro sentido a la vida tras estar al borde de la muerte.
Por Leonardo Troncoso
Natacha (19) transitaba su quinto mes de embarazo y el sábado 16 de junio, horas previas al Día del Padre, se dirigió al Hospital Regional de Río Gallegos (HRRG) ya que sentía dolores en la panza. Los médicos le hicieron un monitoreo y notaron que las cosas no estaban bien.
El diagnóstico fue desprendimiento de placenta normoinserta, y a consecuencia de esto se desencadenó una coagulación intravascular diseminada (CID), seguido de deceso fetal.
Decidieron someterla a cirugía y desde allí no recuerda más nada hasta despertar. Pero en ese lapso pasó todo lo que le cambió la vida y como lo define ella: un milagro.
Natacha ingresó a cirugía y al momento de cortar para retirar el feto saltó una gran cantidad de sangre, continuando la hemorragia. No podían frenar esto y para mantenerla con vida los médicos le realizaron transfusiones continuamente. Su sangre no coagulaba.
“En un momento quedé vacía, me metieron agua en el suero y mi corazón siguió funcionando”, relató Natacha, quien junto a su novio Maxi Stout y su hermano Rubén Calvo, contaron a TS-Digital esta historia vivida.
“No estábamos preparados para perderla”
En un momento el Hospital se quedó sin sangre de su factor (A+), la cantidad utilizada era poco usual, y debieron pedir a una clínica privada de la ciudad. Mientras, la herida continuaba abierta.
“Esperábamos lo peor. Cuando nos dijeron que nos preparemos, no quisimos. No estábamos preparados para perderla. Fue todo muy rápido. Un sábado la tenemos internada y un domingo en terapia con 72 horas de vida. No lo creíamos, pero no bajamos los brazos”, dijo el hermano de la joven.
“No tenía probabilidades de vida. Esta cirugía era 99 por ciento mortal”, agregó, pero habían pasado unas 50 horas y “reaccionó, se recuperó y comenzó a coagular su sangre. Se paró el sangrado y se la llevó de nuevo a cirugía para que no quede ninguna infección”.
Aun conmovidos por lo que han pasado, marcó que “es increíble como el corazón, con agua, se mantuvo 99/100 y no subiera ni bajara la presión. Ya no tenía sangre prácticamente. Y eso fue lo increíble para los médicos, nunca había ocurrido que un corazón funcionara con agua. Ahí fue donde ellos vieron las ganas de vivir que tenía”.
Su pareja, además de destacar la fortaleza de Natacha indicó que afortunadamente no tuvo secuelas después de todo, ya que podría haber sufrido derrame cerebral o pérdida de memoria, entre otras cosas.
Ahora, sigue yendo a curaciones y le hacen chequeos. En tanto, seguirá con controles y estudios para ver cómo va respondiendo el organismo, cómo funciona el corazón y cómo continúa la sangre y plaquetas.
Yo puedo ser madre
Al ser consultada acerca del después de esta experiencia, Natacha manifestó que quiere que se conozca “porque es un testimonio de Dios. Para mi yo fui al cielo a dejar a mi hija y volví”.
Anheló que su palabra y vivencia “sirva para las mujeres que tienen hijos y los abandonan. A mí me dijeron que yo no podía ser madre porque me sacaron el útero y un ovario. Yo puedo ser madre alquilando otro vientre y adoptando, que es lo que seguramente haré dentro de unos años. Quiero que sirva esto para las madres que abortan”.
Agradecidos a la vida…y al personal del Hospital
Algo que destacaron en todo momento de la nota fue el agradecimiento a todo el personal del Hospital. Dieron las gracias –infinitas- a los médicos, cirujanos, anestesiólogos, ginecólogas, enfermeros y la gente de limpieza, entre otros.
Señalaron que el Hospital “está en un mal momento, lo sabemos. Se puede caer a pedazos pero esos servicios no. A veces la gente habla desde la ignorancia pero hay que estar, hay que laburar. Ves que la gente se mueve y hay buenos profesionales. Desde la limpieza hasta los médicos. Esta es la realidad del Hospital, tenés que pasar por algo así para que nos terminemos de dar cuenta”.
Como experiencia de vida a Natacha le sirvió para aprender a valorizar la misma. “Desde la cama -en la sala- los veía a ellos –su familia- y decía que lindo es tener piernas, los pulmones sanos, los riñones sanos y todo lo que soporta el cuerpo. Estoy feliz y orgullosa de mí y de toda mi familia, del personal del Hospital. Me siento feliz que mi hija esté en el cielo y ella está feliz del padre que tiene porque él estuvo día y noche en el Hospital”.
Natacha también envió sus “gracias” a la gente que oró por ella y a quienes donaron sangre. “Me gustaría conocer a cada uno. Es tanto el amor que siento que tengo para dar que quiero verlos. Hay Iglesias que oraron por mí y que voy a ir a conocerlos”, expuso.
Otro sentido a la vida
Ella está “feliz por estar con vida, ahora que creo en Dios cuento mi historia para que la gente valorice la vida y la vea. Estuve al borde de la muerte. Cuando me levanté no entendía nada”, y agregó: “Es un milagro de Dios y yo sé que Dios me devolvió la vida porque me va a dar los hijos que yo quiero. Estoy feliz. No los voy a tener dentro de mi vientre pero sé que voy a tener la oportunidad”.
Por último, brindando un mensaje de esperanza para aquellos que están atravesando situaciones adversas, manifestó: “Que disfruten la vida porque es una sola. Hay gente todavía en terapia intensiva en estos momentos y yo por suerte hoy la estoy disfrutando. Que agradezcan a Dios. Yo lo hago todos los días, lo debo tener cansado ya. Día, tarde y noche le pido que cuide a mi hija”.
¿Qué es la coagulación intravascular diseminada?
La coagulación intravascular diseminada es una condición que impide que el organismo controle la coagulación sanguínea y las hemorragias. Inicialmente se forman coágulos sanguíneos en varias partes del cuerpo. El organismo reacciona produciendo una cantidad excesiva de un agente que deshace los coágulos sanguíneos. Como resultado, se produce una hemorragia, que puede poner en peligro la vida de la persona.