El lado B de la guerra de Malvinas
Gabriela formó parte de un grupo de personas que se dedicaron a curar, cocinar y contener a los soldados que participaron de la Guerra de Malvinas.
Detrás de los misiles, los heridos y la guerra por la soberanía, hubo cientos de personas que ayudaron, desde su lugar, al combate. Madres, hijas, primas, padres, hermanos, dieron su tiempo y esfuerzo en contener y ayudar a los soldados heridos, brindándoles un plato de comida o una simple charla.
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Una de esas personas fue Gabriela Córdoba, una ama de casa de la localidad de Río Gallegos quien, durante el desarrollo de la Guerra de Malvinas, junto a un grupo de mujeres cocinaron para los soldados heridos. “Pasé la época de 1974 con doce años. Eran soldados de mi misma edad los que llegaban. El contingente llegó en un Hércules de Monte Caseros a Comodoro Rivadavia y de ahí en camión vinieron hasta Río Gallegos. La mayoría de los soldados eran todos de mi edad, hasta 20 años aproximadamente”, recordó Gabriela en diálogo con el programa de radio La Sobremesa, que se emite por Tiempo FM.
“Mi cuñada vivía muy cerquita, entonces estaba el oscurecimiento y pasaban los helicópteros anunciando con una luz blanca y una roja cuando comenzaba el combate y cuando llegaban los heridos para acá, y dijimos que algo teníamos que hacer, no vamos a estar en la casa de brazos cruzados. Entonces, un día llegamos con pan casero y cada vez eran más. Lo pudimos sostener durante más de 40 días porque con los heridos más graves ya no nos animamos a seguir”, rememoró.
Fueron decenas de soldados los que pasaron por la casa de Gabriela, algunos heridos de gravedad y otros con heridas leves: “Los que podrían hablar -ya que no estaban heridos de gravedad- nos agradecían. Todos tenían frío y extrañaban, pero siempre tenían ese espíritu de que habían defendido a su país. Otros tantos tenían hipotermia y -lamentablemente- se encontraban mutilados por el frío. Muchos años tuve cartas de ellos y, después, en los años 90’s tiré todo porque quise cerrar una parte”, contó.
Al ser consultada por este medio sobre si se considera una heroína por haber contenido en su hogar a tantos soldados, Gabriela explicó que muchas veces la han llamado heroína, pero al respecto ella manifiesta: “puse mi granito de arena como ciudadana. Tengo familia militar y muchos de ellos que estaban en la marina estuvieron embarcados y algunos llegaron hasta Ushuaia y no fueron a la isla, pero si me decís en estos momentos, me da una sensación de tristeza. Era duro todo el contexto, era oscurecimiento total porque no se podía tener las luces prendidas, no se podía circular de noche, lo único que veíamos en el día eran los helicópteros que avisaban, después eran los comunicados de televisión”.
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Para finalizar, Gabriela recordó que, al momento de decidir recibir a los soldados en su hogar, su madre no se encontraba muy de acuerdo con la decisión: “Mi mamá estaba en contra porque ante lo desconocido uno siempre tiene temor, mi hermana vivía en Buenos Aires y me decía que estaba bien que lo haga, habían varios comentarios”.