Otoño

Estuario del río Gallegos

 Las aves migratorias de larga distancia regresan al Ártico. Por Asociación Ambiente Sur

06/04/2021 • 06:30

Las aves playeras son un grupo diverso de aves del orden Charadriiformes, que incluyen chorlos, chorlitos, avocetas, ostreros y falaropos. Hay aproximadamente 217 especies reconocidas de aves playeras en el mundo, 81 de las cuales viven en el continente americano durante todo o parte de su ciclo de vida.

La mayoría de las aves playeras se encuentran cerca del agua, aunque varias especies prefieren hábitats lejos de la costa. Muchas son migratorias de larga distancia, que viajan cada año, ida y vuelta, desde las zonas de reproducción en la tundra ártica, hasta las zonas no reproductivas en el sur de Sudamérica. Muchas de estas especies migratorias continentales llegan a las costas del Estuario del río Gallegos durante la primavera austral y regresan al Ártico, comenzando su fabuloso viaje en esta época.

Aunque todas estas aves viven en estrecho contacto con el agua y buscan su alimento en el limo de la marea baja y en aguas dulces poco profundas, son pocas las que saben nadar; en consecuencia, los trayectos marítimos son tan arriesgados para ellas como para las aves terrestres. El hecho de que sean capaces de realizar largos viajes a través del océano estriba en su extraordinaria aptitud para el vuelo. Las alas largas y finas de la mayoría de estas aves, son las que les permiten volar con rapidez y eficacia. Por cada caloría de energía consumida, son capaces de llegar más lejos que cualquier otra ave de igual tamaño pero menos eficiente.

Algunas especies vuelan directamente sobre mar o tierra pero otras deben realizar escalas para recuperar energía. Debido a esto, las rutas migratorias de muchas especies están determinadas por la situación de los estuarios y las marismas costeras, donde encuentran los invertebrados de los que se alimentan. Una de estas importantes escalas es el Estuario del río Gallegos, donde miles de aves migratorias descansan y se alimentan.

La importancia de las marismas para las aves migratorias es cada vez más evidente. Una zona de escala donde una migrante puede pasar el tiempo suficiente para acumular las reservas que necesita es vital, ya que si una especie migratoria no encuentra el alimento suficiente para completar la siguiente etapa del viaje, no sobrevivirá. De ahí la importancia de la conservación adecuada de estos ecosistemas a lo largo de sus rutas migratorias.

Causa fascinación conocer los preparativos que son necesarios para que un ave migratoria emprenda su viaje. Hacia el final del verano es el momento para acumular las reservas de grasa que le servirán de combustible para el largo trayecto, mudará sus plumas y aumentará la potencia de los músculos del vuelo para asegurarse un vuelo ágil y eficiente.

El más importante de estos preparativos es la acumulación de una gruesa capa de grasa subcutánea, aun cuando efectúen escalas para alimentarse. Los significativos aumentos de peso que realizan son el resultado de cambios de comportamiento desencadenados por variaciones de la actividad hormonal. Cuando el ave haya terminado de acumular grasa y se disponga a migrar, la proporción del peso corporal correspondiente a los músculos de vuelo, probablemente se habrá reducido de un 15% a un 12%, pero el peso de los músculos habrá aumentado unos 3 gramos.

Si ocurriera que el ave tuviera dificultades en avanzar, por ejemplo, por vientos en contra, y se quedara sin combustible en el trayecto, puede transformar parte de ese tejido muscular suplementario en combustible para poder seguir viaje.

Despidiendo a las migratorias del Estuario

Hoy recordamos en esta columna a las aves playeras migratorias de larga distancia que pasan su temporada de invernada (nuestro verano) en las costas del Estuario del río Gallegos. Podemos mencionar entre ellas al Playero rojizo (Calidris canutus rufa), el Playero trinador  (Numenius phaeopus), la Becasa de mar (Limosa haemastica), el Playerito unicolor (Calidris bairdii), el Playerito rabadilla blanca (Calidris fuscicolllis), el Playerito blanco (Calidris alba) y el Falaropo común (Phalaropus tricolor), que son visitantes habituales de las marismas intermareales del Estuario, donde se alimentan y reponen fuerzas para el regreso al hemisferio norte.

El Playero rojizo, conocido como el “Ave de la Luna”, debido a que uno de los individuos anillados de la especie, el B 95, sobre el cual se hace seguimiento desde hace más de 20 años, ha recorrido en su vida distancias mayores de la que separa la Tierra de la Luna. Es una de las aves con territorios de cría más boreales, ya que nidifica muy cerca del Polo Norte. En proximidades de Río Gallegos, es posible avistarlo en la costanera local, el río Chico y Punta Loyola durante su paso migratorio hacia Tierra del Fuego (octubre-noviembre) y en su retorno a las áreas reproductivas (marzo-abril).

La Becasa de mar tiene un pico largo, de unos 8 cm, con una leve curvatura hacia arriba característica de esta especie, y es posible observarla en el Estuario durante el mes de marzo, cuando inicia su regreso al Ártico, con el cambio de su plumaje de pardo a completamente rojizo, que corresponde al plumaje nupcial.

El Playerito rabadilla blanca puede desplazarse en vuelos sin interrupciones de más de 4000 km, acumulando casi 30.000 km recorridos por año. En el Estuario del río Chico y en Punta Loyola se han registrado las bandadas más numerosas, de casi 5.000 ejemplares.

El Playero trinador es fácilmente identificable por ser el único playero con un pico tan largo y curvado hacia abajo. Se lo puede avistar en la costanera de Río Gallegos y en Punta Loyola. Migra principalmente por la vertiente del Océano Pacífico, lo cual resalta la importancia del Estuario a nivel regional.

Además de las aves que cada año llegan al Estuario local, este verano fueron avistadas por los agentes de conservación de Ambiente Sur, entre noviembre y diciembre pasados, dos especies cuyo registro es inusual: el Chorlo pampa (Pluvialis dominica) y el Playero de rompiente (Calidris virgata).

Las dos especies han sido observadas anteriormente en la Reserva Provincial de Aves Migratorias y en Punta Loyola, no así en la Reserva Costera Urbana. Este año tuvimos la oportunidad de observarlos en la costa de la ciudad permaneciendo en ella hasta febrero, es decir, todo el verano.

Chorlo pampa, una especie raramente observada en el Estuario local, avistado en

diciembre pasado en la Reserva Costera Urbana. (Foto Julieta Vanesa Llanos)

 

Referencias

“Aves, las grandes migraciones”. Jonathan Elphick. Encuentro Editorial S.A. 1995.

https://whsrn.org/es/

“Las aves de la Patagonia Sur. El Estuario del río Gallegos y zonas aledañas”. Carlos Albrieu, Santiago Imberti, Silvia Ferrari, con la colaboración de Zulma Lizarralde. UNPA-UARG. Río Gallegos. 2004.

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