Tecnología

Los argentinos pasan seis horas al día frente al celular

La OMS recomienda menos de dos horas diarias de pantalla para adolescentes y llama a fomentar actividades físicas y sociales que promuevan el bienestar emocional.

28/01/2025 • 11:51

En la última década, el teléfono celular ha dejado de ser un simple accesorio de comunicación para convertirse en un elemento indispensable en la vida diaria de millones de personas. Este pequeño dispositivo no solo conecta a las personas con el mundo, sino que también se ha transformado en una herramienta multifacética para trabajar, entretenerse y socializar. Su influencia en la vida cotidiana es tan significativa que resulta casi imposible imaginar un día sin él.
Y es que el impacto de los celulares no solo radica en su versatilidad, sino también en la forma en que han modificado nuestros hábitos y relaciones interpersonales. Según informes recientes, el tiempo que las personas dedican a sus teléfonos ha aumentado considerablemente, generando preocupaciones sobre el equilibrio entre el mundo digital y el físico. Este fenómeno se refleja particularmente en América Latina, donde su uso intensivo está redefiniendo las dinámicas sociales y culturales, con implicaciones que van desde la productividad laboral hasta la salud mental de los usuarios.
En este contexto, el reporte Global Digital 2024, elaborado por Meltwater y We Are Social, reveló que Brasil lidera el ranking regional con nueve horas de uso promedio al día, seguido por Colombia con siete horas. En Argentina, las personas pasan alrededor de seis horas diarias utilizando sus celulares, lo que sitúa al país en un rango intermedio.


Asimismo, se señala que este fenómeno está impulsado por la creciente conectividad y el acceso masivo a internet en la región. En Argentina, por ejemplo, el 87 % de los adolescentes entre 13 y 17 años posee un teléfono móvil, según datos de Unicef. Sin embargo, su uso excesivo también ha generado preocupaciones sobre sus efectos negativos, especialmente en este rango de edad.
De acuerdo a un estudio de Common Sense Media, los adolescentes pasan en promedio más de siete horas al día frente a una pantalla, excluyendo el tiempo dedicado a tareas escolares. Este hábito, en algunas ocasiones, está vinculado con problemas como ansiedad, depresión, aislamiento social y alteraciones del sueño.
Una investigación publicada en JAMA Pediatrics afirma que aquellos que pasan más de tres horas diarias en redes sociales tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental, ya que, en algunos casos, los estándares inalcanzables que prevalecen en estas plataformas generan una sensación de insuficiencia que afecta la autoestima y la autoimagen.
Además, la luz azul emitida por las pantallas interfiere con la producción de melatonina, la hormona responsable de regular el sueño, lo que provoca insomnio y fatiga crónica. Este impacto va más allá del descanso, pues la American Academy of Pediatrics asegura que la alteración del sueño afecta la capacidad de concentración y el rendimiento escolar, agravando problemas como el estrés y la ansiedad. Cabe destacar que, en Argentina, los planes de salud para jóvenes, tanto en prepagas como en obras sociales, pueden incluir servicios especializados en psicología, ofreciendo apoyo integral para abordar estas problemáticas.
En esa línea, un estudio reciente de OnSide, una organización enfocada en el bienestar juvenil, destacó que muchos adolescentes siente presión por estar disponibles constantemente en redes sociales, ya sea por la costumbre, el aburrimiento o el miedo a perderse algo. Este fenómeno, conocido como fear of missing out (FOMO), afecta especialmente a jóvenes de entre 11 y 18 años.
El informe muestra que este grupo etario prioriza actividades como ver contenido en streaming, jugar videojuegos y chatear con amigos. No obstante, esta conexión constante genera una paradoja evidente: aunque los teléfonos son omnipresentes, más de la mitad de los encuestados desearía reducir el tiempo que les dedican, pero no sabe cómo hacerlo.
El 42 % de los usuarios más asiduos admite no tener las herramientas necesarias para establecer límites, lo que revela una dependencia tecnológica que resulta difícil de romper.
Esto llevó a OnSide a denominar a estos jóvenes como la “Generación Aislamiento,” ya que el 75 % pasa la mayor parte de su tiempo libre en casa, limitando las interacciones sociales cara a cara y afectando el desarrollo de habilidades interpersonales esenciales.  Aunque la pandemia intensificó esta dinámica, su continuidad refleja un cambio más profundo en las rutinas sociales. El confinamiento voluntario y la comodidad que ofrecen los dispositivos restringen las experiencias físicas y el crecimiento social, dejando a los jóvenes más conectados, pero menos satisfechos. Y es que incluso solo el 15 % de los jóvenes considera que su teléfono es una fuente de felicidad, lo que pone en duda su impacto positivo en el bienestar emocional.
Frente a esta problemática, organizaciones como la OMS recomiendan limitar el tiempo de pantalla recreativa a menos de dos horas diarias para adolescentes. Además, se enfatiza la importancia de fomentar actividades físicas y sociales que promuevan el bienestar emocional. Los padres, educadores y profesionales de la salud tienen un papel clave en este proceso, enseñando a los jóvenes a utilizar la tecnología de manera equilibrada y consciente.
Crear espacios de desconexión digital, incentivar la comunicación cara a cara y promover actividades al aire libre son estrategias que pueden marcar una gran diferencia. Al adoptar
estas prácticas, es posible reducir los efectos negativos del uso excesivo de la tecnología y ayudar a los adolescentes a desarrollar una relación más saludable con el mundo digital.

Uso del celular en escuelas 

El Ministerio de Educación estableció pautas claras para el uso de dispositivos electrónicos en los niveles inicial, primario y secundario, alineándose con tendencias internacionales y recomendaciones de organismos como la UNESCO. Por ejemplo, en jardines de infantes y escuelas primarias, los estudiantes no podrán utilizar celulares ni durante las clases ni en los recreos.
En el caso de las secundarias, los teléfonos deberán permanecer guardados durante las horas de clase, salvo en actividades pedagógicas planificadas que requieran su uso. Para
contenidos educativos que necesiten herramientas tecnológicas, se utilizarán los dispositivos provistos por la escuela, lo que garantiza un enfoque controlado y uniforme.
La resolución también permite excepciones para estudiantes que requieran dispositivos personales digitales como apoyo para el aprendizaje. Asimismo, cada institución tendrá la autonomía para definir las medidas aplicables en caso de incumplimiento de las normas, como la retención de dispositivos hasta el final de la jornada escolar. Estas disposiciones buscan equilibrar la integración de la tecnología en el aprendizaje con la necesidad de establecer límites claros para su uso.
Un informe más reciente de la UNESCO, basado en datos de evaluaciones internacionales como las pruebas PISA, respalda esta medida al señalar una correlación negativa entre el uso excesivo de tecnologías de la información y el desempeño académico. Según este organismo, el uso inadecuado de teléfonos inteligentes interfiere con el aprendizaje en las aulas, generando distracciones significativas. Una investigación citada en el informe mostró que incluso la mera presencia de un celular con notificaciones visibles puede provocar distracciones que dificultan la concentración de los estudiantes.
En Argentina, los resultados de las pruebas PISA 2022 reflejaron que el 54% de los estudiantes reconocen distraerse en clase debido al uso de dispositivos digitales, un porcentaje considerablemente superior al promedio de la OCDE, que se ubica en el 30%.

Igualmente, señalan que no solo su uso personal de celulares afecta la concentración, sino también el de sus compañeros, lo que genera un ambiente de menor productividad y sociabilidad en el aula.
En este escenario, la Sociedad Argentina de Pediatría también ha advertido sobre los riesgos del uso excesivo de pantallas en el desarrollo cognitivo de los niños. Para esta entidad, los menores de 2 años no deberían estar expuestos a dispositivos electrónicos, mientras que entre los 2 y los 5 años, el tiempo máximo recomendado es de una hora diaria, siempre bajo supervisión adulta. Para los niños de entre 5 y 12 años, se sugiere un uso limitado a una hora y media diaria con fines de entretenimiento.

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