Obispo García Cuerva: lo peor, lo mejor, la grieta, y lo que le preocupa
El Obispo opinó que lo peor del 2021 fueron los mensajes contra las vacunas y cuidados en pandemia. Indicó que en las elecciones “la ciudadanía expresó su enojo, disconformidad”, contra la dirigencia “que muchas veces pareciera tener muy poca empatía con el pueblo”.
El Obispo, Jorge Ignacio García Cuerva habló de los tres temas que atravesaron el año: la pandemia, las elecciones y la situación económica.
“La situación social y económica de Santa Cruz y Tierra del Fuego no están exentas de lo que sucede en todo el país. Sufrimos el impuesto de los pobres, que es la inflación y la situación hace que haya que ajustarse el cinturón en esta época del año”, señaló.
Desde Cáritas- apuntó- asistieron a familias vulnerables “a lo largo del año con bolsones”.
Ayer ofició la Misa Navideña, en el que hubo un Pesebre viviente, en el ingreso al Vaciadero con el lema “Jesús nació entre nosotros, entre los descartados, para descubrir que todo somos importante”.
TS: ¿Qué fue lo peor del año?
Obispo: Para mí, lo que se habló en contra de las vacunas y en contra del cuidado en la pandemia. Eso cascoteó nuestra esperanza fuertemente. Como dice el Papa: “La vacuna es un acto de amor al prójimo”. Todos pusimos allí una esperanza y escuchar esas voces en contra, sin fundamento científico o negar la pandemia cuando tenemos 120 mil muertos en memoria de quienes fallecieron… esas cosas no hay que decirlas.
-Hay un grupo de personas que reclaman en contra del pase sanitario y que no quiere vacunarse.
Es la opinión de ellos. Son un grupo minoritario y debemos dejarnos orientarnos por el personal de salud, que son los que estudiaron.
- ¿Qué fue lo mejor?
Hubo muchas cosas buenas. Me parece que la sociedad pudo ir resurgiendo después de una cuarentena y un 2020 terriblemente duro en el que los chicos pudieron volver a clases presenciales. Eso fue muy positivo, y que nos centramos en los cuidados y protocolos sanitarios. También fue muy positivo que podamos reencontrarnos con seres queridas. Esas cosas han sido muy buenas.
-Fue un año electoral ¿qué análisis hace de la votación?
El proceso eleccionario fue un gran ejercicio de ciudadanía porque la ciudadanía expresó su enojo, disconformidad, y fue también un llamado de atención a una clase dirigente que muchas veces pareciera tener muy poca empatía con el pueblo.
Por otro lado, a 20 años del 2001, también es verdad que nuestro pueblo sabe ponerse de pie y sabe resurgir de las cenizas, aunque parezca increíble.
- ¿Qué es lo que más le preocupa para el 2022?
La situación de la pandemia cuando uno ve que los índices de contagios comienzan a aumentar. Que hay un índice de pobreza y de desempleo o empleo informal, comúnmente llamado trabajo en negro, que es alto.
También el consumo de drogas y de alcoholismo que a veces se le tiene una tolerancia social extremadamente amplia respecto a alguna sustancia, y de allí, me preocupa el presente y futuro de las nuevas generaciones.
-Este año se debatió la despenalización de la marihuana, algo delo cual usted se manifestó en contra.
La marihuana está despenalizada de hecho en algunos barrios. Son temas que se tratan de instalar y ponerlos en agenda para distraernos un poco.
-Usted habla con los Obispos de otras regiones. ¿Que encontró como un problema en común?
En el mensaje de Navidad de los Obispos de la Patagonia, decíamos hoy por hoy, lo que vivimos y sufrimos como humanidad. De una pandemia de emociones ligada a la desesperanza, angustia, tristeza. Es hora de tratarnos bien y descubrir al otro, al hermano y terminar con la grieta, con enfrentamientos y descalificaciones y que es un problema que se vive en todo el país.
MENSAJE DE OBISPOS
Los Obispos de la Patagonia dieron a conocer su mensaje para la Navidad, al que titularon “Navidad: Hagamos la revolución de la ternura”:
“Después de casi dos años, todos hemos podido experimentar que no sólo se han enfermado quienes se contagiaron de covid 19, sino que la pandemia nos enfermó a todos el alma y el corazón.
Nos sentimos heridos y agobiados. Heridos de miedo, de incertidumbre, de angustia, de soledad, de bronca, y también, de dolor y de tristeza por nuestros muertos. Abrumados por problemas económicos, por conflictos familiares, por historias personales no sanadas…
Reconocemos las heridas que nos duelen en lo más profundo del alma. También heridas sociales, heridas colectivas, heridas que tenemos como pueblo. Algunos las llaman grietas, pero queremos llamarlas heridas, porque duelen mucho.
Por eso queremos “ponerles nombre a las cosas”, ponerles nombre a esas heridas. Y empezar a curarlas.
Seguramente muchos sepan de la sorprendente capacidad del azúcar para ayudar a curar heridas y a cicatrizar. Del mismo modo, la dulzura del amor, de la cordialidad, de la amabilidad, curan y sanan corazones.
Entonces es hora de hacer la revolución de la ternura a la que el Papa Francisco define como el amor que se hace cercano y concreto.
Comprometernos como pueblo a tratarnos bien; dejando de lado enfrentamientos y discusiones que sólo buscan espacios de poder y fomentan desencuentros; construir fraternidad; y comprometernos en "vencer el mal haciendo el bien”, porque como también dice el Papa, hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos.
Que el Niño Jesús nazca en nuestras heridas, y en la de nuestra gente, que ellas sean el pesebre en esta Navidad. Que con su dulzura y ternura de bebé nos cure, nos ayude a que cicatricen y ya no duelan tanto”