Pescadores en Río Gallegos

La rutina diaria de un trabajo sacrificado y artesanal en las costas

Blanca Pacheco y Juan Mansilla son pescadores artesanales, trabajan en Punta Loyola y lo hacen íntegramente a pulmón, una tarea sacrificada que, contaron cómo realizan en Cambalache en Tiempo FM 97.5. “Mucho respeto al mar para salir”, dijo.  Tienen dos pequeñas embarcaciones y trabajan en la costa. Levantan róbalos y pejerreyes, principalmente.

  • 16/05/2023 • 20:07
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Una tarea sacrificada realizan los pescadores artesanales. A primeras horas de la mañana, analizando las mareas, se acercan a la costa en Punta Loyola, con redes de arrastre y de paño, con plomos, boyas. Utilizan dos pequeñas embarcaciones que les permiten dejar las redes en el mar y después sacarlas, cuidando las aves, las playas y el ambiente. Así lo contaron en Cambalache que se emite por Tiempo FM 97.5.

Blanca Pacheco y Juan Mansilla hacen pesca artesanal, pero de manera profesional. Es decir, salen con botes pequeños a la costa en Punta Loyola. Es una tradición familiar que continuaron y que le enseñan a sus hijos. En el lugar, tienen un ranchito que pertenecía a la familia, donde guardan sus pertenencias y elementos de trabajo. No salen todos los días, mucho depende de la época, del tiempo, el viento y las mareas, que suben y bajan cada seis horas.  

Contaron que trabajan de distintas maneras. “Mayormente, calamos las redes, que es como pescamos habitualmente”.

Ellos pescan en la costa. Salen los dos a hacer este trabajo. “Dejamos una punta de la red en la playa, entramos con el barco al mar, hacemos un círculo con el bote, tiramos la red de 120 metros, volvemos a la costa y tiramos uno de cada punta y luego arrastramos”, narró.

 

Es un trabajo pesado para una mujer, pero lo realiza con orgullo. La red pesa mucho, y se complica cuando la corriente tironea. “Si hay pescado, viene las mallas, lo sacas afuera y lo limpias, todo a mano”, dijo Blanca.

Sobre la injerencia de la luna para obtener una buena pesca, influye en las mareas y las corrientes. “Durante el año la pesca son 6 meses de trabajo fuerte, después hay que pilotearla para subsistir”, añadió.

“No todos los días son iguales”, contó, ya que a pesar del trabajo que representa, hay jornadas en la que solo sacan para su consumo o para vender a un vecino. “Pero sabés que vas a volver a tirar tus redes y es una nueva posibilidad”.

Señaló que “antes de salir a navegar con las embarcaciones hay que pedir permiso con el carnet de pesca. Prefectura es el que autoriza la salida y a la vuelta debes firmar que regresaste”.

Agradeció que nunca la pasó fulero. “Gracias a Dios nunca nos agarró el mar picado, que es cuando de repente te encontrás que está calmo y en 5 segundos se levantó el viento y se picó. Hay que entrar con mucho respeto y educación al mar”, sostuvo.

Tienen dos pequeñas embarcaciones de madera, una a remo y otra con motor; esta última de 5 metros y casi 1.20 de eslora.  “Somos pescadores artesanales de base, alcanza para pescar en la costa en Punta Loyola, donde sacamos principalmente pejerrey o róbalo”, contó.

Sostuvo que también genera trabajo mantener los equipos, las redes, boyas, los plomos. Son elementos caros que alcanzan los 50 mil pesos. Si bien duran en el tiempo, el mayor daño se produce cuando vienen los lobos marinos. “Es que se acercan a comer y eso hace que tengamos que sacar las redes rápidamente”, agregó.

Blanca, contó que son muy cuidadosos y respetuosos del medioambiente: “El mar hay muchas riquezas y debemos cuidar todo el entorno. Cuidamos la fauna, las aves, la limpieza de las playas”, dijo.

Confió en que sea un oficio que no desaparezca, por eso suele salir con sus hijos a pescar, pero reconoció en cada vez son menos las personas que se dedican a la pesca artesanal.

Por último, señaló que la gente demanda muchos mariscos que también se pueden encontrar en la zona, pero que tiene sus complicaciones. “Mucha gente los saca para consumo familiar, pero no se pueden vender masivamente porque no se pueden certificar que no haya marea roja. No podemos garantizar la salubridad, porque eso se hace en un laboratorio y es un estudio complejo y caro”.

Contó que antes podían extraerse muchas más especies, como la merluza, el espadín o la sardina, pero ya no salen. Si bien no puede saberse el motivo, estimó que se debe a la depredación de las grandes embarcaciones que ocurre a mar abierto y que hace que estas especies no lleguen a las costas.

“Cuando vienen unas mareas altas de 12 metros o 13 metros, suele arrastrar pibre, que es un alga chilena que acá no se consumen porque no la conocen. Es como una papa redonda roja que tiene mucho iodo. También el luche, no solo es del Pacífico, llega por temporadas y es bien marrón.  La época de las centollas es en diciembre, pero este año no hubo marea extraordinaria que es cuando es más fácil que aparezca. Son fáciles de sacar porque quedan en los posones y las ves caminar. Pero hay que hacerlo con muchísimo cuidado porque están sobre piedras lajas, es desparejo y te podés caer dentro. Hay posones que son muy hondos”, agregó.

Para finalizar, contó que los productos que extraen del mar pueden conseguirlos los domingos en Punta Loyola cuando están trabajando o en su domicilio Pasaje Bórquez 31 del barrio del Carmen. También se hacen presentes en las ferias de la Asociación de Productores en la calle Asturias 160, donde además venden vegetales que producen en la huerta familiar.  “Venimos de una generación de padres que pescaron y trabajaron la tierra y nos gusta mucho hacerlo. Tenemos un invernadero y producimos rúcula, lechuga, acelga, entre otros”, concluyó.