Estilo de vida

Una aldea patagónica que no quiere "convertirse en El Chaltén"

En Villa Lago Meliquina, a 40 kilómetros de San Martín de los Andes, la pavimentación de la ruta 63 enfrenta a quienes ven una amenaza ambiental con quienes buscan fomentar el turismo

  • 22/02/2025 • 11:05

Vecinos se oponen a la pavimentación de la Ruta 63 por temor a un impacto ambiental
Otros defienden la obra como un paso necesario para la conectividad y el turismo

La localidad de Villa Lago Meliquina, ubicada a 40 kilómetros de San Martín de los Andes, atraviesa una fuerte disputa entre sus habitantes tras el anuncio de la pavimentación de 19 kilómetros de la Ruta 63. Mientras algunos residentes consideran que la obra traerá progreso y mayor accesibilidad, otros advierten que significará el fin de su estilo de vida sustentable y el inicio de una urbanización descontrolada.

El gobernador de Neuquén, Rolando Figueroa, anunció la licitación del proyecto, que será financiado con fondos provinciales y demandará una inversión de $32.337.789.546. La iniciativa también contempla la instalación de tendido eléctrico, lo que generó aún más resistencia en ciertos sectores de la comunidad.

Un modelo de vida en riesgo

Villa Lago Meliquina cuenta con una población de aproximadamente 700 personas, que han desarrollado un sistema de vida autosustentable, basado en energía solar, eólica y recolección consciente de residuos. La seguridad no es un problema en la zona y los incendios forestales son controlados mediante un dron adquirido por donaciones de la comunidad.

El temor de algunos vecinos es que la pavimentación atraiga un flujo masivo de turistas, que genere contaminación y presión sobre los recursos naturales, como ha sucedido en otros destinos patagónicos.

“Después de la pandemia, el crecimiento de Meliquina se aceleró. Sin controles municipales ni unidad de gobierno, el desarrollo avanza sin planificación. Todo empieza a moverse para un lado que no nos está gustando”, sostuvo Mercedes Rosemberg, integrante de la Asociación de Vecinos.

“Nos vinimos hace dos años y nos sumamos a la comisión directiva de la asociación vecinal. Nos involucramos mucho con la dinámica de la villa. El año pasado hicimos un par de reuniones con funcionarios del gobierno y entidades de planificación. Les contamos que la población de Meliquina estaba creciendo y que necesitábamos un poco de soporte para acceso al agua potable y atención sanitaria, entre otras cosas. No podemos evitar crecer, pero queríamos hacerlo de modo ordenado”, agregó.

La pavimentación y la llegada del tendido eléctrico son percibidos por estos sectores como un riesgo para la identidad del pueblo. “Nosotros vemos un show mediático y político, en un lugar donde la gente no lo está pidiendo. Se politiza el tema del asfalto, pero queremos saber qué viene primero, porque por ejemplo Meliquina no tiene recolección de residuos. Cada vecino junta la basura propia, la que encuentra tirada. Como eso, hay un montón de detalles. Si multiplicás todos los hechos, cuando llevás más gente a un lugar sin control aumentan los incendios, la mugre, los robos”, expresó Paulo Poggi, otro vecino del lugar.

El otro lado de la grieta: vecinos que apoyan la pavimentación

No todos los habitantes de Meliquina se oponen al proyecto. Para muchos, la pavimentación representa un avance necesario para mejorar la conectividad y fortalecer la actividad económica del lugar.

“Los vecinos que vivimos acá todo el año, que emprendimos, invertimos en el pueblo, abrazamos esta obra de asfalto que hace a la conectividad de Villa Lago Meliquina a la ruta”, defendió Mariela Colla, emprendedora local.

Desde el Gobierno, consideran que el avance de estas obras es inevitable y que la provincia tiene el deber de garantizar infraestructura para el desarrollo. “Neuquén crece a fuerza de los recursos que comienza a derramar Vaca Muerta. A Meliquina también le tocaría su parte, ¿por qué no?”, señaló un funcionario cercano al gobernador Figueroa.

¿Desarrollo o preservación?

La discusión sobre la pavimentación de la Ruta 63 reabre el debate sobre el crecimiento no regulado en destinos turísticos y las consecuencias que puede traer a las comunidades que buscan preservar su entorno.

“No estamos objetando el qué, estamos objetando el cómo”, aclaró Rosemberg. “El mundo gira a las energías alternativas, ¿por qué no buscamos eso? No necesitamos energía eléctrica porque tenemos la capacidad instalada para generar energía solar y eólica. Nos quieren venir a conectar a una red a la que no necesitamos conectarnos”.

La tensión en la comunidad sigue en aumento y el futuro de la aldea dependerá de cómo se implemente la obra y qué medidas se tomen para mitigar su impacto ambiental. (Infobae)