En primera persona

Padeció anorexia, recibió el alta y su historia se hizo viral: “Hay que ayudar y concientizar sobre los trastornos alimenticios” 

Aldana tiene 24 años y en 2016 comenzó a recibir tratamiento sobre trastornos alimentarios por parte de la Fundación Centa. Compartió en las redes sociales una historia personal que atraviesa a muchas personas que hoy no advierten la necesidad de pedir ayuda profesional. Charló con TiempoSur y dejó su mensaje.  

  • 20/08/2021 • 11:30
Hoy puedo decir con orgullo, felicidad y muchísima emoción que por fin tengo el alta.
Hoy puedo decir con orgullo, felicidad y muchísima emoción que por fin tengo el alta.

Aldana ya había cumplido 18 años y en octubre de 2016 comenzó con su tratamiento por anorexia en la Fundación Centa de Río Gallegos. Su historia se hizo viral en las redes sociales al compartir su Alta Médica en la institución, luego de cinco años de tratamiento con profesionales.

La joven que hoy tiene 24 años dialogó con TiempoSur para dar cuenta su experiencia personal, las disputas internas y advertir a quienes están a tiempo de pedir ayuda.

Historia

“Parece raro decir que todo comenzó a los cinco años”, explica Aldana, quien recuerda su pelea de niña por no querer comer. “Lo mío era una pelea por no comer pan y me fijaba en las calorías de las comidas”, advierte, dando cuenta que siempre tuvo esto de “tener el cuerpo presente”. 

En una de las consultas con la pediatra, le informó a su mamá que tenía anorexia y le dijo que tenía que servirle el mismo plato de comida todos los días y quedarse en la mesa hasta terminar de comer.

“Hace 20 años no estaban tan visibles los trastornos alimenticios”, indicó la joven, quien entre la infancia y la adolescencia se cuidaba mucho en su alimentación y realizaba diferentes actividades deportivas. Pero en la adolescencia tuvo recaídas y fue a los 18 años cuando decidió acudir a una psicóloga y comenzar el tratamiento con un equipo interdisciplinario, conformado por psiquiatras, psicólogos, nutricionistas y acompañantes terapéuticos.

En cinco años de tratamiento pasó por varias etapas: Módulo 1, módulo 2, módulo 3, pre-alta y alta. Entre varias reglas “me sacaron muchas cosas incluso el espejo, no podía salir a comprarme ropa”, precisó Aldana, quien fue tratada por depresión, tratamiento en crisis y anorexia. “Todo va de la mano”, agrega, al relatar que “odiaba que me hagan comer, odiaba ir, salía llorando, enojada y descompuesta todos los días, pero claramente había algo dentro mío que no me dejaba abandonar, no me dejaba bajar los brazos”, y “miles de veces estuve a punto de abandonar, peleando con toda mi familia, amistades, terapeutas; para mí todos estaban equivocados, yo estaba bien, estaba sana”.

A medida que cumplía con lo dispuesto iba logrando ciertos objetivos que le permitieron ir avanzando en los módulos. 

“En principio yo mentía mucho, hasta que hice un clic y avancé”, advierte la joven, quien recuerda “el sufrimiento que es comer, yo me sentaba y lloraba porque no quería comer”. 

Entorno

El entorno jugó un papel clave. Algunos para bien y otros para mal, y así lo expresó la joven: “Mientras yo peleaba contra mi cabeza, existieron muchas personas que lo único que hacían era hundirme: ´Sos re caprichosa/mañosa´, ´dale, comé´, ´tanto te va a costar comer, es una boludez´, ´dejá de mentir´, ´no tenés nada´, y así muchísimos comentarios más que, de verdad, no se dan una idea lo mucho que lastiman”.

Para Aldana siempre aparecen esos comentarios que lastiman. “Cuando sos chico y algún familiar te hace algún comentario que ´estás gordita´ o ´cómo vas a comer eso´, no se dan cuenta que te afectan, eso se te mete en la cabeza”, explica.

Ella conoció historias similares y se hizo muchas amistades en Centa, compañeros y compañeras que se encontraban en una situación similar o luchando contra algún otro trastorno, como la obesidad. 

Por esto, destacó el apoyo familiar como un sostén en el proceso. Aldana agradeció a sus padres y hermana, por ser quienes “se bancaron como nadie, sin importar NADA, todos mis momentos buenos, malos y horribles”, como así también a aquellas amistades “que aparecieron en el difícil camino del tratamiento y hasta ahora siguen conmigo, festejando todos mis logros y avances. Gracias a las personas que ahora no están conmigo por distintos motivos pero siempre van a ser muy importantes. Y por último, muchísimas gracias a mis terapeutas, Cris, Flor, Mari y Vicky, ¡por dios todo lo que se bancaron esas mujeres!”.

4 Años y 10 meses fue el tiempo que duró su tratamiento, y “hoy puedo decir con orgullo, felicidad y muchísima emoción que por fin tengo el ALTA. No fue para nada fácil, pero sí se puede. Y a todos los que estén pasando por esta situación o alguna similar, les quiero decir que en serio se puede, lo van a lograr, van a estar bien y ser felices”, manifestó.

Profesional

Hace tres años decidió comenzar la Tecnicatura en Acompañante Terapéutico en la UNPA-UARG. “Entré a esa carrera inconscientemente por querer ayudar”, expuso teniendo en cuenta su premisa de “ayudar y concientizar sobre los trastornos alimenticios” y la salud mental. 

Al mismo tiempo, es una referente y sostén en Centa para compañeros en su misma situación que aún hoy continúan el tratamiento y necesitan la palabra de alguien que vivió el proceso en primera persona.  

“Es muy difícil y me desespera ver compañeros de 5 a 6 años que lloraban, vomitaban y no querían comer”, explica con crudeza, al señalar que, en algunos casos, “te desesperaba ver que la familia no le interesaba el avance en el tratamiento”.

Concientizar

“Hay muchos que te dicen que es un capricho, una maña, un juego”, manifestó Aldana, quien deja en claro que “no es nada de esto y si no lo agarrás a tiempo te puede llevar a la muerte”.

Por esto, enumeró algunas alertas para las familias que podrían advertir sobre alguno de los trastornos. “Si una persona come poquito o se va rápido al baño es para purgar o tirar la comida”, precisó o “cuando ves decaído o que se aísla mucho”. 

Además, prestar mucha atención a las redes sociales ante el bullying o el acoso virtual. 

Por último, dejó un mensaje de reflexión tras lo vivido: “Por favor, dejemos de juzgar al otro, nunca sabemos todo lo que tuvieron que pasar para estar hoy acá, como pueden, pero de pie. Los Trastornos Alimenticios no son un chiste, no es un capricho, es real y es muy necesario que empecemos a concientizar sobre esto.”

Fundación CENTA trabaja en Río Gallegos hace más de 10 años y cuenta con tres sedes que dividen en temas como los trastornos alimentarios (bulimia y anorexia), el centro infanto-juvenil y otra abocada al trabajo sobre psiquiatría y psicología. Atienden cerca de 1200 pacientes, que se suman además los familiares que realizan talleres terapéuticos.