Desgarrador relato de una madre porque la muerte de su hijo en El Calafate parece quedar impune
La causa por la muerte de Lucas Lencina, ocurrida el 20 de diciembre de 2015, esta a punto de prescribir. A casi 9 años, su madre contó publicamente lo difícil que es lidiar con la ausencia de su hijo y a la vez con el sistema judicial y no rendirse en el camino. "Es una misión casi imposible. El sistema lo sabe, y se abusa de eso", describió en una emotiva y desgarradora carta que transcribimos aquí.
Hola. Permítanme presentar: soy Sandra, mamá de Lucas.
Déjenme contarles que Lucas llegó a nuestras vidas de repente, así como quién llega con todas las ganas de llevarse esta vida por delante, con mucha espontaneidad, con ese atrevimiento que pocos logran cargar con tanta transparencia y simplicidad. Llegó así, sin vueltas.
Nació y se crió en la ciudad de La Plata, en una familia bastante estructurada en ciertos aspectos, y no tanto en otros; con mucha sobreprotección, y fue bastante consentido por todos los suyos. Hijo único por 10 años. Primer nieto, primer sobrino.
Muy desvergonzado, aquél que en todos los actos se vestía con algo distinto sin miedo al ridículo. Cultivador de muchas amistades. Entrador, simpático, con mucha seguridad en sí mismo. Dueño de un carisma envidiable y una sonrisa increíble, de esas que jamás se olvidan.
A sus 20 años, un 29 de septiembre de 2013, tuvo la inquietud de empezar a andar su propio camino y decidió partir hacia la ciudad de El Calafate, provincia de Santa Cruz, lugar donde vivía su primo Matías.
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Allí rápidamente encontró su nuevo hogar, allí comenzó a hacer su nueva vida. Dió comienzo a su actividad laboral: su primer trabajo fue en el tan conocido “Libro Bar Borges y Álvarez”.
Empezó a conocer mucha gente, y a cultivar amistades. Al tiempo formó parte de equipo de trabajo del “Bar Ananda”, un bar muy querido por quienes llegamos a conocerlo.
Lucas, o “el cachorro” como lo bautizó alguno de sus nuevos amigos, o “el negrito” para el resto, logró su independencia. Supo elegir su camino. Fue feliz. Fue libre. Creció. Se metió rápidamente en el corazón de cada persona que llegó a conocerlo.
Con esfuerzo logró alquilar su casita, y se compró una moto.
El 19 de diciembre del año 2015, el día de mi cumpleaños, hablamos sobre el final de la noche, felices los dos, a pesar de los casi 3000 km que nos impedían el abrazo. Al otro día, domingo, 20 de diciembre por la noche, llegaba la peor noticia que una mamá puede recibir: Lu había tenido un accidente, había llegado sin vida al hospital.
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Sobre la Av del Libertador al 2100 a las 20:40, a plena luz del día, un auto había doblado en U de forma intempestiva, no advirtiendo que Lucas venía a su izquierda, golpeó la rueda trasera de su moto, generado que saliera despedido de la misma, impactando su parte torácica sobre un poste de luz, lo que le genero una hemorragia y su fallecimiento casi inmediato.
Y a partir de ahí la pesadilla, la tormenta, la vida que se nos desarmo por completo, íntegramente. Recuerdos que a veces aturden a los sentimientos de felicidad, alegría y amor que Lu genera. Momentos traumáticos que jamás olvidaremos, escenas que llevaremos por siempre.
Rápidamente juntar lo importante, correr al aeropuerto y volar a buscarlo al Sur. Y empezar a entender que una vida nueva nos esperaba. Un reconstruirnos,… con Lu, siempre con Lu, pero desde otro lugar. Sin saber cómo, pero que había que hacerlo. Había que seguir, había que sostener a su hermano, Bauti, que con 12 años tuvo que despedir físicamente a su hermano, a su ejemplo a seguir. Sabíamos que la vida se nos había puesto muy complicada.
Después de 3 días eternos en el Sur, donde nos encontramos en un laberinto, entre la Policía y los hospitales de El Calafate y de Rio Gallegos, para poder reencontrarnos con Lucas, logramos volver a La Plata.
Con la imagen en mi cabeza de aquel 29 de septiembre que partió hacia El Calafate, lleno de proyectos, lleno de vida, de actitud, desde ese mismo aeropuerto a donde él llegó con tantos sueños, ahora compartíamos el mismo vuelo hacia su ciudad natal, pero ya no viajaba sentado a nuestro lado, sino que él volvía en la bodega.
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Pasamos todo el mes de enero a los tropezones, conteniéndonos entre todos, tratando de entender lo inentendible: que Lu ya no estaba, que ya no íbamos a poder abrazarlo nunca más. En ese tiempo tomé la decisión de presentarme en la justicia de El Calafate y ahí empezó el camino de infinitos viajes, con todo el apoyo familiar y de amigos. Dejando trabajo, a mi otro hijo al cuidado de la familia, tiempo, sentimientos, dinero. Armando mi valija, que una y otra vez en cada viaje cargaba con más papeles y menos ropa, como lo hago hasta el día de hoy.
Empecé un camino judicial con la convicción de que solo debía procurar que las cosas del negrito se manejen con el mayor cuidado y prolijidad posible, y por sobre todo con el respeto que él merecía. Situación en la que, por más que le he puesto todo mi esfuerzo, no hubo recurso que haya alcanzado para lograrlo.
Un camino lleno de dificultades. Entendiendo que Lu no era un expediente, pero que ahí estaba parte de su vida, de su intimidad, y que yo debía cuidar de eso por siempre. Porque hay algo muy importante que muchos no entienden: Lucas es, es presente, pasado y futuro; él es mi hijo por siempre.
Me encontré con una JUSTCIA (jueces, fiscales, peritos, etc.) SIN EMPATÍA, con extrema INDOLENCIA, con una ATEMPORALIDAD fatal y con una FALTA DE SERIEDAD incomprensible, donde todo vale y nada importa.
Esto ha llevado a que después de 8 años y medio de infinitos viajes, infinitas puertas golpeadas, infinitas presentaciones, infinitos silencios, infinitas lagrimas escondidas, esta causa que llevan la Fiscal de la Cámara de Apelaciones de la 1° Circunscripción Dra María Victoria Zuvic, y los jueces de la Cámara Criminal de la 1° Circunscripción Judicial Dr Jorge Daniel Yance y la Dra María Alejandra Vila, quede IMPUNE. Estos Dres pretenden cerrar la historia SIN la oportunidad de una REPARACIÓN JURÍDICA, a causa de un tiempo excedido por la instrucción llevada a cabo por el Juez Dr Carlos Narvarte.
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He lidiado sin descanso con desde el recuperar sus pertenencias, con lo que cualquier mamá o papá puede llegar a entender el valor que puede llegar a tener una simple chalina, hasta el pasar por la pérdida de la muestra de sangre del imputado, perito con errores de redacción, como así también la cita de normas de tránsito mencionadas en la causa no vigentes al momento del accidente, demora de meses en concretar la declaración de una testigo fundamental a la que reiteradas veces se la fue a buscar por la fuerza pública, etc, etc, etc…
Un sistema al que denomino una trampa mortal, el cual somos víctimas de sus propias NEGLIGENCIAS y MANEJOS INAPROPIADOS. Al cual seguiré dando batalla, porque solo le corresponde a los que forman parte de ese sistema dar respuestas serias, responsables, y resolver sus ABANDONOS, DESIDIA y APATÍA.
Claramente nada va a reparar la ausencia física de mí hijo, pero sí, la empatía, el gesto humano, el hacer el camino un poco más fácil en medio de tanto dolor, les puedo asegurar que son gestos muy necesarios.
Entiendo que es difícil, para quien por suerte no tuvo que pasar por esta situación, entender que lidiar con semejante ausencia, con un duelo que no tiene fin, más todo el sistema judicial y no rendirse en el camino, es una misión casi imposible. El sistema lo sabe, y se abusa de eso.
A SEGUIR, A NO BAJAR LA GUARDIA, SIEMPRE A SEGUIR…
(Señal Calafate)