Casi 10 años esperando justicia

Muerte en El Calafate: La historia de Lucas, la lucha de su madre y el recuerdo de sus amigos

Lucas Lencina tenía 22 años cuando perdió la vida en 2015, tras ser embestido por un auto cuando circulaba en moto por la ciudad santacruceña de El Calafate. El hecho continúa impune y su madre, Sandra Gámez, lucha para que un acto tan desaprensivo, “tenga una consecuencia”. Asegura que su batalla es “contra el sistema judicial” que “dejó dormir la causa por casi una década y no se hacen responsables”. Evitó que el caso prescriba y espera este año, un cierre con justicia. En este Informe Especial de TiempoSur , la vida del joven oriundo de La Plata que se enamoró de El Calafate, su familia, sus amigos y los nuevos y amorosos vínculos que generó tras su partida.

  • 13/01/2025 • 17:00
Muerte en El Calafate: La historia de Lucas, la lucha de su madre y el recuerdo de sus amigos
Muerte en El Calafate: La historia de Lucas, la lucha de su madre y el recuerdo de sus amigos

La vida de Lucas Lencina se apagó en un instante, rápida y trágicamente cuando un automovilista dobló en “U” de repente y por dónde no debía, en una avenida de El Calafate. Tenía 22 años y una sonrisa arrolladora, dicen que era “muy alegre”, “querible”, que generaba una energía distinta cuando llegaba a un lugar, amigo de todos, que sembró tanto en tan poco tiempo, cómo si hubiese tenido mil vidas.

Es el hijo de una madre incansable, Susana Gámez, que vive en La Plata, el lugar de origen de Lucas, donde vivió hasta los 19 y luego se mudó a El Calafate, tentado por su primo.

La lucha de Susana no se mide por distancias, porque los casi 3000 kilómetros no significan gran cosa para ella, sin embargo, lo que sí le parece demasiado, injusto y cruel, son los casi diez años de una justicia que no llega.

Y por eso, Susana no paró y frenó el intento de prescripción de la causa. Por Lucas, porque la Justicia debe funcionar y porque ante un hecho así “tiene que haber una consecuencia”, asegura en diálogo con TiempoSur, porque “la Justicia tiene que hacerse responsable”, porque “debe importar” y porque “se trata de una vida y de una familia”.

Enamorado de El Calafate

Cuando Lucas terminó el secundario, se fue por primera vez de vacaciones solo. El destino fue El Calafate, donde vivía su primo Matías.

“Volvió enamorado de ese lugar y de la vida que llevaba su primo”, relata Susana a TiempoSur.

A su regreso de esas vacaciones en el sur, Lucas empezó a la Facultad, pero tras unos meses, arquitectura no lo convenció, dejó la carrera y comenzó a trabajar en La Plata y en el medio de todo eso, llegó el pedido a su mamá: “quiero ir a vivir a El Calafate”.

“Lo primero que se me ocurrió decirle fue ‘no’. Nadie de nuestra familia se había ido a vivir tan lejos, pero tras un mes y medio de pensarlo, con la confirmación de que viviría con su primo y que lo estaba esperando un trabajo en blanco y la vida que él deseaba, accedí”, cuenta la mamá del joven.

Sandra asegura que nunca se arrepintió de esa decisión, porque la vida de su hijo era hermosa en esa ciudad de ensueño a 2740 kilómetros  de La Plata y lo más importante: “estaba feliz”.

Lucas nació cuando Sandra tenía 15 años y “fue siempre súper mimado por sus abuelos, su padrino, por todos, así que su partida no fue fácil para nosotros y tampoco lo fue para su hermano Bautista que tenía 10 años menos y lo adoraba”.

“Entonces comenzaron los viajes de rutina de todos para ir a verlo, para Navidad, cumpleaños y siempre que se podía íbamos a visitarlo”. Así fue el trajinar de la familia durante esos dos años y medio que vivió en El Calafate.

Cuando llegó a la ciudad turística del glaciar Perito Moreno, Lucas comenzó a trabajar en el bar “Borges y Álvarez” y luego en el bar “Ananda” y “le fue muy bien”.

“Empecé a sentir una profunda admiración por todo lo que estaba logrando, porque cuando Lucas se fue no sabía ni cambiar una lamparita, tal vez porque lo sobreprotegíamos o por esa cuestión que a veces tenemos los padres de darle a nuestros hijos, casi todo resuelto”, explica sobre los logros de su hijo a la distancia.

Y así, siguió en esos dos años y medio en El Calafate, creciendo, mejorando y cumpliendo sus sueños. Se compró la moto, aún ante la negativa de la familia que propuso ayudarlo para que se compre un auto, pero no, Lucas “no estaba pidiendo permiso, estaba avisando”, según le expresó a Sandra sobre su decisión.

Y entonces ella entendió que el andar en moto en El Calafate, no era lo mismo que en La Plata, donde veían accidentes todos los días y contó que “Lucas empezó a andar primero con la moto de su primo y finalmente se compró la suya con el dinero que ahorró. Se trasladaba con responsabilidad, siempre con casco, tenía seguro y todos sus papeles en orden”.

Pero no fue el único cambio en la vida de Lucas, meses antes de su partida, había dejado de compartir alquiler con su primo y se había ido a vivir solo. Estaba muy contento por eso.

Pero lo más importante, fue que Lucas estaba “súper cómodo El Calafate, formó una nueva familia con su comunidad de amigos, fue increíble todo lo que sembró en dos años y medio”.

“Lo sembró con su sonrisa, con esa manera de vincularse que no pasaba desapercibida”, remarcó Sandra.

 Un trágico día de diciembre

El 20 de diciembre de 2015, Lucas Lencina circulaba con su moto a las 20:40 por la avenida Del Libertador en la villa turística de El Calafate, cuando repentinamente un Fiat Palio dobló en U de forma intempestiva.

Tras el impacto, Lucas salió despedido y los fuertes golpes sufridos le causaron hemorragias internas y falleció en el lugar ante la mirada atónita de varios testigos.

El hecho conmocionó a su familia, pero también a sus amigos y la comunidad toda de El Calafate. El siniestro vial motivó una causa judicial con aristas asombrosas, que no solo incluyen una demora de casi diez años para su resolución, sino también actos de negligencia, como la perdida de la muestra de sangre del conductor, según denunció Susana Gámez y también su abogado, Emilio Monzón.

Y una vez, la madre de Lucas arremetió en los medios y en sus redes sociales contra una Justicia a la que calificó “sin empatía, con extrema indolencia, con una atemporalidad fatal y una falta de seriedad incomprensible”.

Alternativas judiciales

“No da lo mismo. Los hechos tienen consecuencias. Lo que pasó debe tener una consecuencia. Detrás de una causa hay una familia, padres, abuelos, una vida”, asegura la madre de Lucas, sobre el derrotero de una causa judicial que está próxima a cumplir una década.

El doctor Emilio Monzón, representante legal de la familia de Lucas, explicó a TiempoSur que “ahora el expediente está en la Cámara Criminal, siguiendo los pasos ordinarios que corresponden a cualquier juicio”.

 Y mencionó cuáles son las alternativas posibles para darle un cierre a la causa: la suspensión del juicio a prueba, en la que el imputado acepta y reconoce el hecho y pide disculpas; la omisión del juicio, en este caso el fiscal dispone una pena y no se realiza debate y el juicio oral.

En tanto, el letrado señaló que en esta etapa se están volcando las pruebas (aportadas por testigos y peritos) al expediente y cuestionó “la negligencia en la etapa de instrucción y la falta de celeridad”.

“Hay que darle un cierre al caso, cualquiera de las opciones que se tienen son válidas, pero se debe llegar a una conclusión”, aseguró en declaraciones a TiempoSur el abogado de la querella.

 En este marco, Monzón destacó de Sandra, “su empuje, su voluntad y fuerza para que esto tenga un fin con justicia”.

Y así lo expresa la madre del joven: “No entiendo la negligencia, la desidia, que a nadie le importe, que en el sistema judicial no se hagan responsables, que hayan pasado más de nueve años” y asegura a TiempoSur que lo que busca es que “la causa tenga una consecuencia”.

Y en similar sentido se manifestó su abogado sobre la causa caratulada como homicidio culposo: “lo que pretende la señora Sandra Gámez es justicia, que es la forma de hacer el duelo”.

Quién era Lucas, ese amigo incondicional

Lucas, “Lu”, “el Negro”, “Cachorro”, todas las formas con las que nombraban a Lucas, el morocho con la cabeza llena de rulos y la sonrisa permanente.

Tenía 22 años, le gustaba jugar al fútbol, jugar a la Play, tocar la armónica, cantar, hacer asados para familia y amigos, disfrutaba mucho de la naturaleza y por eso se enamoró de El Calafate.

Era relajado, siempre de buen humor, simpático y “querible”, aseguran sus amigos.

Era tan “amiguero” que generó algo mágico. Después de su partida, logró que sus amigos de La Plata se vinculen con sus amigos de El Calafate y esas relaciones siguen hasta hoy, se llaman, se visitan, se quieren.

Su hermano Bautista tenía 11 años cuando Lucas murió y hoy, a los 21 asegura en diálogo con TiempoSur que tiene los mejores recuerdos.

“Recuerdo especialmente su alegría, era imposible verlo de mal humor, era mucho de estar con amigos, de juntarse, jugar a la pelota”, rememora sobre su hermano mayor y remarca que “su estado de ánimo era contagioso”.

Y lo ubica en el centro de la escena: “Lucas nos transformaba los días, porque cuando teníamos días malos, él nos alegraba”.

“Lo que ha logrado sin estar presente es increíble, los vínculos y amigos que ahora tenemos en El Calafate gracias a él, son maravillosos”, relató Bautista.

Y se refirió a la herencia afectiva: “Mi hermano era un grande. Lo demuestra el hecho de que una situación tan horrible, nos dejó vínculos y un montón de cosas que son increíbles”.

Y en términos muy similares se expresó Lucas García, el dueño del bar Borges y Alvarez, el primer trabajo que tuvo Lucas al arribar a El Calafate, también fue su suegro por un tiempo, pero sobre todo, fue su amigo y casi un padre para el joven platense.

“El ‘negro’ era como un hijo para mí”, dijo García en diálogo con TiempoSur, “era parte de nuestra familia”.

Asegura que la personalidad del joven de 22 años, lo “conquistó” a él y a todos. “Lo adopté como hijo, era maravilloso ver con la fuerza e intensidad que vivía su juventud”.

“Era muy fácil quererlo, Lucas era ‘querible’ de verdad, un hermoso ser”, expresó García con la voz quebrada por la emoción.

Y refirió a la marca que dejó su partida “hasta el día de hoy no se me borra un segundo de lo que fue ese hecho”. “Buscar un cierre justo es una manera de honrar su vida, porque justicia es que todos asumamos la responsabilidad que nos toca”, aseguró.

Y al final, manifestó que “la única manera de llenar el vacío que nos dejó Lucas es rememorando, recordándolo”.

Lautaro Lezcano, “Lezca” para los amigos, conoció a Lucas cuando tenía 14 años. Compartían el amor por la música e integraban la banda “Altilleros”, nombre que surgió a partir de los ensayos en el altillo de la casa de “Lezca”.

Lucas le llevaba casi 4 años y cuando se instaló en El Calafate, invitó a Lautaro a sumarse a la aventura de vivir en el sur y “Lezca” fue y vivió con él.

El joven cuenta a TiempoSur que emprendió el regreso tres días después de la tragedia, porque no soportaba el dolor de ya no tener a su amigo en El Calafate y se volvió a La Plata.

“Lucas era un fenómeno, pocas veces conocí a alguien con tanta presencia. Llegaba a un lugar y todo el mundo se ponía contento”, relata Lautaro y remarca que “a mí me aceptaban en todos lados por ser amigo de Lucas”.

Pero su admiración por Lucas, iba más allá. “Dejó una marca importante en mi vida. Siempre me incentivó y me impulsó. Cuando yo estaba bajón porque no podía vivir de la música, porque era difícil e inestable, sólo dos personas me motivaban: mi abuela y Lucas”.

“Tenés que seguir con la música’, me decía siempre y ahora tengo un buen laburo, soy el baterista de Luck Ra y en parte se lo debo a él, que no me dejó bajar los brazos. Lucas fue un faro para mí”, afirma Lezca”.

Sobre cómo siguió su vida tras la partida de Lucas, contó que “después de lo que pasó, Calafate me generaba mucho dolor, sentía que no podía volver si Lucas no estaba allí, hasta que regresé con Sandra (Gámez) en 2023 y me reencontré con nuestros amigos y fue espectacular”.

Y continuó con palabras llenas de afecto: “Lo que todos tenemos en común es que somos amigos de Lucas. Ojalá pudiera dejar yo el 10% de la huella que él dejó. Con el gran vacío que nos dejó, te das cuenta el gran espacio que ocupaba en nuestras vidas”.

“Generó vínculos fuertes, su familia es también mi familia; unió a sus amigos de La Plata y El Calafate, que se conocieron después de su partida y ahora son amigos y se visitan. Eso fue Lucas, puro amor”, concluyó Lautaro Lezcano.