Opinión

Las revoluciones requieren mucho tiempo o mucha sangre y Cambiemos no tiene lo primero.

Columna de opinión de Luciano Sorani. 

  • 02/09/2018 • 10:21

Los últimos días de este invierno económico tienen contexto que ya todos conocemos, un gobierno con  casi su tercer año de mandato finalizado, una herencia económica que nadie termina de magnificar, una ajuste gradual que solo genero mas déficit y un gobierno carente de  cintura política, en su mesa chica, que permita capear una tormenta mínima si se compara con eventos previos como el default del 2002,  la crisis financiera de 2008 o la crisis del campo de 2012.

Lo cierto es que desde hace por lo menos un año la conducción de Cambiemos no solo no acierta con el diagnóstico adecuado si no que termina obligado, por las circunstancias, a aplicar medidas que gran parte de su electorado le exigió desde el inicio del mandato: abandonar un falso gradualismo e internarse en el incierto camino de un ajuste fiscal que no garantiza aplausos ni bailes en los escenarios de 2019.

Lo ocurrido hoy es la reacción a lo generado ayer y así sucesivamente. El mercado que nunca terminó de comprar el paquete de Cambiemos, finalmente  dejó de confiar en la capacidad de  este gobierno para controlar la inflación, disminuir el déficit y por lo tanto repagar la astronómica deuda generada para esterilizar pesos del mercado vía Letes.

De la noche a la mañana los inversores y financistas vislumbraron que no importara la tasa que le ofrecieran, el riesgo de asumir deuda con esta gestión era demasiado alto y esos pequeños papeles con la imagen de nuestra fauna autóctona representaban solo eso: Papel.

La corrida del martes que depositó el dólar en los $34 podría entenderse dentro de este contexto, las intrínsecas relaciones entre la oferta, demanda y confianza en la moneda de curso legal.

La corrida del jueves con un dólar en $ 40 solo se puede analizar desde la racionalidad de un inversor (cada uno de nosotros) que decide en donde va a depositar la confianza para atesorar los ahorros de su vida: el viejo y confiable dólar o la moneda de un país cuyo presidente en medio de su mayor crisis financiera, como única respuesta graba un corto de 1 ½ minuto para anunciar más de lo mismo, o no anunciar nada mejor dicho.

Hay espacio para continuar devaluando…sí.

La crisis es económica, el problema es político y ninguna de las dos situaciones parece tener solución.

Por otro lado, esta devaluación brutal de los últimos 30 días es lo más parecido que este gobierno consciente o inconscientemente tiene el coraje de hacer para ajustar un estado que no puede sustentarse con los recursos que recauda con una de las mayores presiones tributarias en el mundo.

De la capacidad que demuestren para minimizar el traslado de la devaluación a inflación (Pérdida del poder adquisitivo del salario real, revisión de la actualización de tarifas por alguna otra variable que no sea el dólar o los precios internacionales, etc…)

El futuro dista mucho de ser promisorio, pero toda crisis es la oportunidad del cambio, si esto ocurre o no, si le creemos o no, dependerá  de cada uno de ustedes.