Plenario

“Construcción, Militancia y Convicción”

Alicia cierra hoy el Plenario organizado por el Instituto de Formación Política “Néstor Vuelve”, en homenaje al natalicio del ex presidente de la Nación, Néstor Kirchner.

  • 25/02/2021 • 08:00
Plenario en homenaje al natalicio del ex presidente de la Nación, Néstor Kirchner.
Plenario en homenaje al natalicio del ex presidente de la Nación, Néstor Kirchner.

Alicia Kirchner cerrará hoy el Plenario “Construcción, Militancia y Convicción” en homenaje al 71° aniversario del natalicio del ex presidente Néstor Kirchner, que organizó el Instituto de Formación Política “Néstor Vuelve”.

Desde ayer, en dos jornadas virtuales y detinado a toda la militancia del campo nacional y popular santacruceño, se llevan a cabo charlas que contaron con la participación de dirigentes y referentes del Frente de Todos, técnicos y especialistas vinculados con las temáticas que se programaron en cinco Comisiones: de Planificación y Obra Pública, de Ambiente y Sustentabilidad, de Juventudes,  Mujeres, Género y Diversidad y la Comisión Presos Políticos.

Hoy, se desarrollará la presentación de las conclusiones. Y además, esta última jornada incluye, entre otros contenidos, un especial homenaje de los Intendentes y Comisionados de Fomento de Santa Cruz a la figura de Néstor Kirchner y el cierre de la misma estará a cargo de Alicia Kirchner.

 

71° Aniversario del natalicio de Néstor Kirchner

Un 25 de febrero de 1950 nació en Santa Cruz, el ex presidente de la Nación, Néstor Carlos Kirchner.

Néstor fue miembro de la Juventud Peronista, estudió derecho en la Universidad Nacional de La Plata y en 1975 se casó con la también militante justicialista Cristina Fernández.

En 1976 recibió el título de abogado y regresó a Río Gallegos para ejercer la profesión, junto con su esposa, en un gabinete jurídico. Funcionario de la administración de la provincia de Santa Cruz, a fines de 1983 fue designado presidente de la Caja de Previsión Social de Río Gallegos; ganó las elecciones  municipales en Río Gallegos, de septiembre de 1987; luego fue gobernador de Santa Cruz en tres períodos 1991-1995, 1995-1999, y desde el 10 de diciembre de 1999 hasta de mayo de 2003. Fue el 25 de mayo, el día en que asume la Presidencia de la Argentina.

 

Carrera hacia la presidencia

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el 27 de abril, el gobernador de Santa Cruz quedó en segundo lugar, con el 22% de los votos, detrás del también peronista Carlos Saúl Menem, que logró el 24%. Tras los de la provincia de Santa Cruz (60%), Kirchner obtuvo sus mejores resultados en la provincia de Buenos Aires (40% de la población), gracias al apoyo decidido del presidente Duhalde y del poderoso aparato del justicialismo.

Ante unas encuestas que le eran muy desfavorables, Menem anunció el 14 de mayo su retirada de la carrera presidencial, lo que decidió la inmediata proclamación de Kirchner como presidente electo.

Antes de tomar posesión, el nuevo presidente visitó Brasilia y Santiago de Chile, donde obtuvo el respaldo de los presidentes Lula da Silva y Ricardo Lagos, respectivamente, para lograr la recuperación económica continental con una base social de centroizquierda. En su discurso de investidura, Kirchner reafirmó el papel central del Estado en el desarrollo económico, prometió una lucha «implacable» contra la corrupción y abogó por un reforzamiento del Mercado Común del Sur (Mercosur), que asocia a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

 

La presidencia de Kirchner

Días antes de prestar juramento como presidente, Néstor Kirchner dio a conocer su cartera ministerial, en la cual mantuvo a cuatro ministros del anterior gobierno, entre ellos al titular de economía Roberto Lavagna, e incluyó a políticos de su absoluta confianza, en su mayoría justicialistas y algunos independientes. El nuevo equipo destacaba por un denominador común en su composición: políticos jóvenes (entre 43 y 53 años), ajenos a los círculos de poder tradicionales y portadores de una visión de Estado lejana al neoconservadurismo que había gobernado al país en los últimos años.

La herencia que Kirchner recibió el 25 de mayo de 2003 fue una deuda que ascendía a 178.000 millones de dólares y uno de los índices de paro, pobreza y marginación social más altos de la historia argentina. Sin embargo, desde el primer momento encaró con decisión la compleja situación del país e impuso un ritmo tan vertiginoso a las medidas iniciales que tomó que los medios de comunicación hablaron del "efecto" o del "estilo K". El nuevo presidente, ante los graves problemas sociales, políticos y económicos, se fijó como prioridades la vigencia de los derechos humanos, la lucha contra la corrupción y la revisión de las políticas económicas neoliberales, que habían contribuido a la ruina del país y el empobrecimiento de millones de argentinos.

En el plano interno su estrategia de gobierno se basó en el proyecto "transversal", consistente en alianzas extrapartidarias con dirigentes políticos a fin de combatir el caudillismo y los reinos del viejo peronismo, y en la afirmación de las instituciones del Estado y de la autoridad civil. Progresivamente el país fue recuperando su pulso vital, aunque las cuestiones más espinosas que debía seguir tratando el gobierno de Kirchner estaban vinculadas con la deuda externa. Ante las exigencias del FMI, el presidente argentino respondió con inusitada firmeza logrando que este organismo y el G-15 reconocieran su tesis de que no habría pago de la deuda sin desarrollo. Al mismo tiempo, Kirchner emprendió una política exterior independiente de las directrices estadounidenses restableciendo relaciones con Cuba, negándose a enviar tropas a Irak sin mandato favorable de la ONU y oponiéndose a la política de Estados Unidos de subsidios agrícolas, así como a su pretensión de extender el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) al continente y de que se les otorgase inmunidad diplomática a sus militares en territorio argentino.

 

Derechos humanos

A lo largo del mandato de Kirchner el llamado "efecto K" continuó produciendo notables cambios en la sociedad argentina y en sus instituciones. En el terreno de los derechos humanos, la voluntad del gobierno de adoptarlos como una prioridad marcó un punto de inflexión en la política llevada adelante desde el retorno de la democracia en 1983 y significó un paso decisivo en la lucha contra la impunidad. Además de la puesta en marcha de una profunda purga en las Fuerzas Armadas, la policía y los servicios de inteligencia implicados en las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura militar, el gobierno acometió la renovación de la Corte Suprema de Justicia, duramente criticada durante el mandato de Carlos Menem por su sumisión frente al Ejecutivo. La medida, que fue aplaudida a nivel internacional como un paso positivo hacia la independencia del Poder Judicial, supuso la remoción de los miembros acusados de conformar una "mayoría automática" que siempre fallaba a favor del gobierno. Con la incorporación de mujeres, abogados garantistas y de centro-izquierda, se buscó equilibrar ideológicamente y por sexos la composición del organismo.

En junio de 2005, la nueva Corte declaró inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, aprobadas en 1986 y 1987. Su anulación permitió que se reactivaran las causas judiciales que involucran a centenares de militares, abriendo así la vía para juzgar los crímenes cometidos durante la dictadura. En 2006 se dictó la primera sentencia tras la derogación de estas leyes, que condenó a 25 años de prisión al represor Julio Simón por delitos de lesa humanidad. La decisión del gobierno de ceder el predio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el principal centro de detención ilegal de la dictadura, para construir un Museo de la Memoria, fue aplaudida por la opinión pública.

La investigación de las violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar siguió adelante, concretándose en la detención y condena de numerosos responsables.

Si bien hacia 2005 la prensa y la oposición destacaron algunos factores que empañaban la espectacular recuperación económica del país, como la conflictividad laboral, las tarifas de los servicios públicos o la inflación, estos problemas no fueron obstáculo para que la ciudadanía diera el apoyo a Kirchner en las elecciones legislativas celebradas en octubre de ese año, a fin de renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Planteados como un plebiscito en apoyo de la política gubernamental, los comicios constituyeron un claro aval a la gestión del presidente. Ya fuera solo o en alianza, el Frente para la Victoria obtuvo el 40 por ciento de los votos y consiguió sólidos triunfos en 16 de las 24 provincias. En la provincia de Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner, esposa del presidente y primera candidata al Senado, obtuvo el 46 por ciento de los sufragios, sacando 26 puntos de ventaja sobre su rival, la también peronista Hilda Duhalde.

 

La recuperación económica

Kirchner estableció un frente común con Brasil para reflotar el Mercosur y renegoció el pago de la deuda externa con el FMI y otros organismos financieros internacionales en términos hasta entonces inéditos, logrando que, en febrero de 2004, en la XII Cumbre del G-15 celebrada en Venezuela, se reconociese la tesis de que la deuda internacional era impagable sin desarrollo. De acuerdo con esta línea de pensamiento, defendió, con el apoyo del Brasil del presidente Lula da Silva, la necesidad de una política continental común para tratar con la Unión Europea y Estados Unidos, oponiéndose a los intentos estadounidenses de imponer su propio mercado continental. El rechazo a la política comercial proteccionista de Estados Unidos y al ALCA se escenificó en la V Conferencia ministerial de la OMC, celebrada en Cancún (México) en septiembre de 2003, y en la IV Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en noviembre de 2005, en Mar del Plata.

Después de sacar al país de la cesación de pagos considerada la más grande de la historia económica mundial, uno de los mayores éxitos del gobierno fue la renegociación de la deuda externa con el FMI y otros organismos financieros, al realizarse en términos hasta entonces inéditos. La deuda con los acreedores privados ascendía a 81.800 millones de dólares, de los cuales, entre enero y febrero de 2005, se canjearon 62.200 millones, o sea el 76 por ciento del total de la deuda, con una quita de 27.700 millones sobre el valor nominal de la misma. Se trataba del mayor procedimiento de canje y con la más alta quita a los acreedores de la historia económica.

El nuevo rumbo económico que había tomado el país al salir de la crisis se afianzó en los cuatro años de gobierno de Kirchner. Los logros de la política económica se tradujeron por un lado en un superávit comercial récord, gracias a las exportaciones que llegaron a su máximo histórico, y por otro, en una relativa mejora de los indicadores sociales. Después de la espectacular caída del PIB en 2002 de casi el 11 por ciento, en 2003 se experimentó una notable recuperación que alcanzó el 8,8 por ciento, debido sobre todo al crecimiento del consumo privado y de las exportaciones. Esta tendencia se consolidó en los años sucesivos.

Esta etapa de expansión se centró en el papel dinamizador de las exportaciones. Argentina volvió a exportar con ímpetu al exterior, especialmente a Brasil, México, Chile, Venezuela, Europa y China. En 2007 las exportaciones alcanzaban su tope histórico, al ascender a 55.301 millones de dólares, un 18 por ciento más que en 2006, y la balanza comercial acumulaba un saldo positivo de 11.400 millones de dólares, lo que representaba la duplicación de las ventas externas durante los años de gobierno de Kirchner. Aunque el núcleo de las exportaciones continúa integrado por los productos agropecuarios y agroindustriales, se fueron incrementando de forma relevante el papel de los bienes manufacturados, y, como elementos novedosos, del turismo receptivo y, en menor medida pero apuntando una tendencia interesante, de los servicios y productos informáticos y los profesionales y técnicos.