La luz solar es necesaria
El cambio de hábitos durante la pandemia como el consumo intensivo de dispositivos tecnológicos y pantallas ha disparado las enfermedades oculares, como el ojo seco y la miopía, que han crecido especialmente entre la población más joven. Ante esto el oftalmólogo Mario Muro explicó qué es la miopía.
Por P.A (Redacción TiempoSur)
La visión, el más dominante de nuestros sentidos, tiene un papel esencial en cada aspecto y etapa de nuestra vida. Damos por sentada la visión, pero sin ella, nos resulta difícil aprender a caminar, leer, participar en la escuela y trabajar.
La deficiencia visual ocurre cuando una enfermedad ocular afecta el sistema visual y una o más de sus funciones, y tiene graves consecuencias para el individuo a lo largo de su vida. Sin embargo, muchas de estas consecuencias pueden mitigarse mediante el acceso oportuno a una atención y rehabilitación oftalmológica de calidad. El aislamiento social, preventivo y obligatorio para tratar de evitar el contagio del COVID-19 hizo que durante largos meses del año 2020 los niños de todo el mundo dejaran de ir a la escuela y no salieran al parque a jugar con sus amigos como lo hacían antes de la pandemia. Una de las consecuencias silenciosas de este aislamiento obligatorio fue el aumento de los problemas visuales en los chicos. Investigaciones recientes de distintas universidades de China, Canadá y América Latina coinciden en que la razón principal del crecimiento de esta condición visual en el último año fue la falta de luz solar.
Decimos que hablamos de una condición visual, ya que al dialogar con el reconocido oftalmólogo Mario Muro explicó por qué la miopía no es una enfermedad. Muro respondió un pequeño cuestionario para aclarar esto y explicar cómo afectó la pandemia en la visión.
¿Qué es la miopía?
MM: Un ojo ideal tiene unas dimensiones tales que las imágenes lejanas (6 metros o más de distancia) se enfocan nítidas sobre la retina. Los ojos que responden a esta descripción se los llama “emétropes”. Pero aproximadamente en un 15% de la población el eje anterior-posterior del ojo es más largo que el resto de los diámetros. A veces fracciones de milímetros solamente. En ese caso las imágenes lejanas se enfocan por delante de la retina, de modo que al llegar a la misma están fuera de foco. A esa condición se la llama “miopía” y no es una enfermedad. Existe una enfermedad degenerativa llamada “retinopatía miópica”, poco frecuente y que además de miopía se acompaña de otras condiciones que a veces ponen en peligro la salud visual. Por eso muchas personas creen equivocadamente que toda persona con diagnóstico de “miopía” tiene una enfermedad en los ojos.
Para aclarar con un ejemplo: Existen personas altas, a veces muy altas. Y son perfectamente sanas. Pero existe una enfermedad llamada “gigantismo”. Las personas que la sufren tienen severas alteraciones de su sistema glandular y una salud frágil. Y también son muy altas. Pero eso no significa que todas las personas que son simplemente altas padezcan una enfermedad.
Oftalmólogo Mario Eduardo Muro. (Foto: C.G.)
¿La pandemia disparó los casos de miopía en los estudiantes?
MM: No exactamente. La pandemia obligó a los estudiantes a pasar más horas frente a pantallas electrónicas. O sea, a enfocar durante mucho tiempo a 50/60 centímetros de sus ojos. Contra la creencia general, enfocar de cerca -y sobre todo durante períodos prolongados- requiere un esfuerzo mucho mayor que saltar de distancia en distancia, como lo haría un estudiante que mira al frente y luego acerca el foco a su cuaderno para tomar apuntes.
Para la inmensa mayoría de las personas esto significa un aumento de la fatiga visual, que no es dañina pero sí molesta. Tampoco es que la radiación que sale de las pantallas -realmente insignificante- genere algún daño en los ojos.
Pero esta sobreexigencia hizo que muchas personas le prestaran mayor atención que de costumbre a sus ojos y apenas se relajaron las restricciones de circulación aumentó el número de consultas oftalmológicas. Sobre todo por parte de adultos con niños bajo su responsabilidad.
¿La falta de luz solar colabora para que la enfermedad se propague?
MM: Como vimos antes, la miopía no es una enfermedad y depende del tamaño del ojo. Aclarado esto, cuando una persona en desarrollo tiene ojos miopes, o sea alargados en el eje anterior/posterior, la tendencia es que ese eje continúe alargándose con el crecimiento. Por tanto la magnitud de la miopía aumenta porque los ojos siguen creciendo.
Ya desde hace mucho se sabe que este crecimiento es más lento en los menores que están más expuestos a la luz solar. Y viceversa, en los niños que pasan menos horas expuestos a la luz solar el crecimiento de la miopía es más acentuado. Esto ocurre porque la luz que entra por los ojos favorece o inhibe la secreción de ciertas hormonas y neurotransmisores que a su vez influyen sobre el crecimiento de los ojos.
Por lo tanto se espera que aumenten los casos de miopía en niños; y que en niños que ya la tenían haya un aumento en el valor de la misma. Esto sería una consecuencia no de la pandemia en sí, sino de las medidas de encierro que privaron a las personas en crecimiento de luz solar.
¿La exposición a las pantallas es un factor en la enfermedad?
MM: Perdón por mi insistencia, pero la miopía no es una enfermedad sino una condición, tan normal como medir 1,65 metros o calzar 37. Depende de las dimensiones del ojo y estas dimensiones están fuertemente influenciadas por la herencia, y en parte influidas por condiciones ambientales. La exposición a las pantallas en sí misma no es un factor generador de miopía, pero el estilo de vida de las personas con muchas horas de pantalla sí. A menor exposición a la luz solar mayor número de chicos miopes.
De modo parecido suele afirmarse que es fácil predecir la obesidad en un niño sabiendo la cantidad de horas que pasa frente a una pantalla: Cuanto más horas, mayor el riesgo de obesidad y de su severidad. Pero no es que las pantallas los hagan engordar por alguna razón mágica, más horas frente a las pantallas también significan menos horas de actividad física, consumo de comidas a deshoras, etc.
¿Cree que los cambios de hábitos en los chicos influyen?
MM: Sí, claro. Incluso antes de la pandemia ya teníamos una tendencia en alza de niños cada vez menos expuestos a la luz solar ambiente y viviendo bajo techo. La vereda, la plaza, los espacios al aire libre en general se han despoblado de chicos. Las generaciones hoy adultas pasaban buena parte de su día en esos espacios, y hoy la mayoría de los chicos no van a las plazas si no es acompañados de adultos. La pérdida de los espacios públicos es un tema complejo que excede largamente a la medicina.
¿Cómo se detecta la miopía?
MM: Según la edad se puede medir la refracción (“el aumento”) mediante diferentes métodos, incluso cuando el paciente colabora muy poco.
¿Hay manera de prevenirla?
MM: Hay un componente genético (hereditario) en el desarrollo de miopía que es imposible modificar. Haciendo números redondos, aproximadamente un 15% de los bebés que nacen hoy desarrollarán miopía. Si tomamos en cuenta a los hijos cuyo uno de sus progenitores es miope, la cantidad de niños que desarrollarán miopía se duplica. Y si estudiamos a los niños cuyos dos progenitores son miopes, el porcentaje de niños miopes en el futuro será aún mayor.
En los últimos tiempos ha resurgido un tratamiento preventivo que ya era viejo cuando yo me inicié en la especialidad: Si se le detecta miopía a un niño se comienza a administrarle una gota en cada ojo de alguno de los colirios que dilatan la pupila. Los niños que reciben ese tratamiento desarrollan, al final de su crecimiento, una miopía de menor grado. Digamos por ejemplo que si a un niño que tiene una miopía -0,50 dioptría a los seis años, al final de su crecimiento llegará a una miopía de -3 dioptrías con el tratamiento. Sin tratamiento quizás llegue a -5 o -6. Pero sinceramente, y aquí hablo como miope y no como médico, arriba de -1,5 dioptías todo lo que está lejos se ve borroso: El televisor, el pizarrón, los rostros de las personas en la calle, etc. Es una opinión personal pero me parece una crueldad someter a un nene o una nena a aguantarse una gota todas las noches de su infancia y adolescencia, sólo para lograr que el anteojo de sus 20 años sea un poco más delgado.
Tampoco el uso permanente de los anteojos o lentes de contacto impide la progresión de la miopía. Esta es una creencia muy difundida pero errónea. El lente lo único que hace es mandar la imagen un poquito más atrás para que se forme nítida justo sobre la retina, no delante de ella. Pero no influye sobre el crecimiento del ojo. Es importante el uso de lentes para un buen desarrollo de la visión, sobre todo en los casos en los que hay una diferencia de graduación importante entre un ojo y otro, pero repito: No influye sobre la magnitud de la miopía que el chico va a desarrollar con el crecimiento. Es como creer que un chico no será tan alto porque lo hacemos caminar con un bloque de fibrocemento en la cabeza desde que se levanta hasta que se acuesta.
Sí se puede, como ya vimos antes, modificar los factores ambientales: Más tiempo en ambientes abiertos con luz solar.
Recomendaciones para cuidar la vista
Otros estudios realizados por oftalmólogos de diferentes partes del mundo brindan una serie de recomendaciones para cuidar nuestra visión.
Adoptar la regla 20-20-20: Esta consta de un descanso a la vista cada 20 minutos, mirando un objeto ubicado a 20 pies (aproximadamente seis metros) durante 20 segundos.
Lubricar los ojos con lágrima artificial de buena calidad, dependiendo de las recomendaciones del especialista.
Mantener las pantallas de dispositivos digitales a una distancia de 60 centímetros.
Limitar el tiempo frente a los dispositivos electrónicos, así como moderar el brillo de estos.
En caso de requerir lentes de contacto se debe cuidar que los niños los usen de manera correcta.
Con o sin lentes de contacto se debe evitar tallar o frotar los ojos.
La pandemia visual
La Organización Mundial de la Salud publicó a fines de 2019 el primer Informe Mundial Sobre la Visión, donde exponía la alta prevalencia de condiciones como la miopía, el astigmatismo y la hipermetropía, el enorme impacto sobre la salud pública y los trastornos asociados por la falta de acceso a servicios de atención y diagnóstico. La estimación es que 2200 millones de personas sufren alguna de estas patologías, pero mil millones podrían haberlas evitado.
De acuerdo al organismo, la carga de enfermedades oftalmológicas y deficiencias visuales no afecta a todos los grupos por igual: A menudo perjudica mucho más a las personas que viven en zonas rurales, a aquellas con bajos ingresos, a las mujeres, a las personas mayores, a las personas con discapacidad, a las minorías étnicas y a las poblaciones indígenas.
“El mayor impacto de estas enfermedades en la salud pública está determinado por el alto costo de los exámenes y por la necesidad de evaluar periódicamente su progresión, lo que conlleva a un recambio constante de los lentes, ya que estos corrigen pero no detienen la enfermedad, la cual sigue progresando de manera imprevisible. Habitualmente los sistemas públicos no disponen de la tecnología suficiente para diagnosticarlas de manera oportuna y las personas deben ser derivadas a otros centros asistenciales y esperar que avance la lista de espera”, puntualiza.
El reporte emitido por la OMS plantea que se necesitan US$14 300 millones para dar cobertura las necesidades de atención insatisfechas de los 1000 millones de personas, que viven con deficiencia visual o ceguera debido a la miopía, la hipermetropía y las cataratas.