Reconocer, revincularse y recuperarse

La repercusión sobre la historia de Aldana, la joven de 24 años que recibió el alta de la Fundación Centa (Centro de Trastornos Alimentarios) permitió visibilizar la lucha de muchas personas en la ciudad en su vínculo con la alimentación, como también señalar la necesidad del abordaje profesional para advertir su patología y emprender un tratamiento que los ayude a superar la enfermedad. 

En este contexto y partiendo de este caso testigo, TiempoSur dialogó con Cristina Azurmendis, parte del equipo interdisciplinario de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) en Centa. Un equipo interdisciplinario conformado por psiquiatras, psicólogos, acompañantes terapéuticos, nutricionistas y psicólogos sociales que trabajan con niños, adolescentes y adultos.

“Trabajamos en conjunto con las distintas ramas y, dependiendo del diagnóstico y la forma de tratamiento, respecto a cuánto, cuándo y cómo las y los pacientes dan cuenta de su enfermedad”, explicó.

RELATO EN PRIMERA PERSONA

Para Azurmendis, “los testimonios de superación” como el de Aldana “son muy importantes para saber que se puede” y, teniendo en cuenta que “hay tan poco conocimiento sobre los trastornos alimenticios, ver una paciente como ella que está recuperada y empoderada, sirve a todos”. 

“Nosotros apoyamos estas situaciones”, sostuvo la profesional, quien ha acompañado en diferentes charlas que han brindado a jóvenes en los colegios y esperan regresar con estos encuentros cuando mejore la situación epidemiológica en Río Gallegos.   

Mientras tanto, advierte que los padres se alertan a partir de algunos indicadores, como la angustia de sus hijos o hijas por el cuerpo, la obsesión constante frente al espejo por su imagen, poca alimentación y señales como quienes después de comer van al baño.  

“Los padres pueden alertarse para hacer una interconsulta”, indicó Azurmendis, quien da cuenta que la anorexia, bulimia y personas que se alimentan compulsivamente son trastornos relacionados con la alimentación. “Tratamos de revincular la conducta con la alimentación, siendo que debajo de esto hay varias cuestiones por resolver”, precisó.  

En el proceso de recuperación, los pacientes pasan por periodos de recaídas, pero luego de superar distintos módulos logran el prealta y el alta definitiva. “Se van con muchas herramientas y autoconocimiento y esto hace que, ante una situación de la vida donde atraviesan por estrés o malestar, vuelvan a intensificar esta angustia con la alimentación pero tengan herramientas para salir adelante”, sostuvo la profesional de Centa. 

Vale remarcar que, tanto los pases de módulos como las altas definitivas, son todas decisiones de un equipo de profesionales que lleva adelante el tratamiento y nunca es una decisión unilateral. 

PANDEMIA

El contexto de pandemia no solo complicó las tareas habituales en la educación formal, sino que diversos organismos han debido adecuarse a la virtualidad para desarrollar sus tareas. 

Fue el caso de Centa, que tuvo que mantener el contacto con sus pacientes a través de los dispositivos de videollamada, manteniendo una presencialidad cada una semana para controlarles el peso.    

“Los dispositivos virtuales ayudaron muchísimo hasta que empezaron a habilitar la presencialidad”, advirtió Azurmendis, señalando que “cuando no había pandemia nuestro trabajo era grupal y de autoayuda, donde todos se ayudan entre todos”.

Y, en este proceso, los pacientes más avanzados se convierten en referentes de sus compañeros. Es decir, “son un sostén para ayudar a los otros y para ayudarse a sí mismos”, remarcó.  

En este marco, destacó que “la base del tratamiento siempre es grupal”, siendo Centa como un grupo de autoayuda que al mismo tiempo tiene el acompañamiento de distintos profesionales que brindan su seguimiento, asistencia con compromiso y dedicación permanente.