NOS Un respiro bajo el agua Formarse y educarse en el buceo no es una tarea fácil, pero no es imposible ni tampoco nueva. La actividad tiene escuela en la provincia y lleva adelante una labor hace 25 años. Aquí su historia nos lleva a las profundidades de un proyecto que sigue mirando a futuro en su arraigo con la naturaleza submarina. 03/05/2019 • 14:59 Detener audio Escuchar La historia nos cuenta que la Escuela de Buceo Santa Cruz nace allá por el año 1994, de la mano de Sergio Bondarenko , Jorge Ferrari y Néstor Pombo, siendo Ferrari el primero en recibirse de monitor nacional de buceo al año siguiente y decide inscribirse en la escuela a nivel nacional, para recibirse de monitor nacional. Tiempo después llegarían los primeros alumnos: Zapatero, Gaboardi, la Dra. Icardi , Ignacio y Santiago Pombo. Con la plata recaudada de esos primeros cursos, se compraron los elementos para darle forma a la escuela, como un compresor Bahuer, el cual les permitió obtener autonomía para bucear por distintos lugares, con la independencia necesaria para la práctica. “En aquel tiempo, de dictaban uno o dos cursos por año”, rememora Pablo Romero en diálogo con NOS. Ante el fallecimiento en un accidente aeronáutico de Sergio Bondarenko en 2003 y de Jorge Ferraro en un accidente de motocicleta en 2012, la Escuela queda solo a cargo de Néstor Pombo. Un año después, con el ingreso de Jaime Sarube y Maria Marta Dreidemie, otra vez toma impulso y llegan más alumnos, al contar con la colaboración de Matías Suedan, Cristina Acuña, Pablo Romero, Rubén Figueroa y Pablo Pérez. Actualmente, la escuela sigue con Néstor Pombo como director y lo acompañan en forma permanente 13 personas, entre instructores y ayudantes de curso. Desde la fundación de la escuela a la actualidad, lleva formados más de 100 buzos y un número también significativo de gente que conoció el deporte en cursos, en los cuales se les da nociones básicas de buceo. Los colaboradores vienen y se van, la Escuela se va renovando pero “siempre todos trabajando ad honorem, con el fin de todo lo recaudado vuelva a la Escuela en compra de nuevos equipos para los alumnos”, subraya Pablo. Peces en el agua Durante el año, la Escuela de Buceo da entre 3 y 4 cursos de 1 Estrella, además de cursos de 2 y 3 estrellas y muchos cursos de “Inicio al Buceo”. Pero uno no entra sin el traje al agua. Los elementos indispensables para poder bucear son: un equipo autónomo que consta de un botellón o tanque de aire comprimido, un regulador de buceo, un chaleco compensador, un cinto con lastre, luneta y aletas. “Acá en el sur por una cuestión de temperatura del agua debemos usar trajes de neopreno guantes y botas. Lo ideal para estas temperaturas sería un traje seco que permite bucear por más tiempo, pero a la larga también nos da frío y debemos terminar el buceo”, indica Pablo, quien remarca que, actualmente, un equipo de buceo completo básico tiene un costo que ronda los $ 70.000. Recuerdos mojados En su trayectoria, no solo han buceado en la provincia, tanto Caleta Olivia, Lago Pueyrredón, Laguna Azul , Laguna Potrok Aike. También en otros lugares del país, como Puerto Madryn, Camarones o Puerto Pirámides. Y fuera del país, no como escuela sino como experiencia grupal, en México, Cuba, Australia, Brasil, Ecuador y Colombia, y algunos lugares de Europa. “También hemos buceado en el vecino país de Chile, en Punta Arenas cerca de fuerte Bulnes, donde hay una increíble variedad de especies”, pone como ejemplo Pablo. Nos cuenta una anécdota, cuando fueron al lago Pueyrredón (Estancia Suyai) donde les dijeron que en el año 1965 se había hundido una lancha que transportaba provisiones en una tormenta, estando anclada cerca de la costa. “Cuando fuimos y buceamos y la encontramos”, señala el Pablo, quien recuerda que “estaba bastante entera, ya que el agua fría ayudó a conservarla”. Sacaron fotos de aquel hallazgo y le regalaron un cuadro a la gente de la estancia. Otro recuerdo, fue en Lago del Desierto cuando bucearon a fines de noviembre (el Día de la Soberanía). “Salíamos del agua y estaba nevando”, advierte el experimentado buzo. Sueños profundos Desde la Escuela, sienten que la llegada a la comunidad es muy buena y siempre cuentan con la aceptación a este hermoso deporte, el cual no ha tenido mucha difusión a pesar de su larga historia. “Cada vez que dictamos un curso sentimos las miradas curiosas y se notan las ganas de explorar cómo es respirar bajo el agua”, sostiene Pablo Romero, para poner en relieve algo que considera llamativo: “Si comparamos, la humanidad ha explorado más el espacio que sus propios océanos”. Los proyectos a futuro son muchos, entre los cuales, Pablo destaca que “continúa esa pasión por difundir la actividad y llegar a la mayor cantidad de gente posible”. Lograr una escuela mucho más grande en cuanto a equipos, tecnología y el recurso más importante, que es el grupo humano. Aunque también agrega la formación en la gente: lograr concientizar en el cuidado de los recursos naturales, como los mares, para evitar su contaminación y cuidar la vida de millones de especies que lo habitan. Un Gracias Pablo deja un agradecimiento “a todos aquellos que hacen que día a día la Escuela crezca”: Luisa, Roxana, Cristina, Lorena, Julián, Rubén, Pablo I, Carlos, Roberto, Andrés Pombo a los que ayudaron en este hermoso camino Jaime, María Marta, Sepi, Damián, Gastón y uno especial nuestro director Néstor Pombo. Empaparse en la experiencia Cuando era chico, tenía como 7 u 8 años, fui a una colonia de vacaciones en el gimnasio 17 de octubre. Hasta ese momento, no había tenido contacto con el agua, si no era en una bañera o ducha para darme un baño. Pero allí fue la primera vez que conocí una pileta de natación: la del Hispano Americano. Si a uno los aromas le traen recuerdos de la infancia, como para mí lo son la tierra mojada del campo, el perfume del guardapolvo o la comida de la abuela, ese olor a cloro de la pileta sin dudas me recuerda a esos días en la colonia. Tiempo en el que aprendí poco sobre como nadar, pero compartí desayunos de pan y mate cocido en una tacita de plástico que nunca olvidé. Después de aquellos memoriosos recuerdos, volví un par de veces a sentir el calor húmedo de ese lugar. Y el último fue para esta nota, al ser invitado por los integrantes de la Escuela de Buceo. Tener que realizar la primera experiencia en buceo me inquietó toda la tarde hasta llegar al natatorio. Una mezcla de curiosidad, incertidumbre y nerviosismo. Sin embargo, mucha de esa ansiedad se disipó en el acompañamiento de Cristina (Acuña) quien permitió dejar de lado los nervios y estar atento a cada paso de la experiencia para disfrutarla. Siendo que su lema es que "nunca hay que bucear solo", la compañía facilitó mi desenvolvimiento bajo el agua. Quien nunca realizó buceo quizás no sepa que la respiración es solo, a través y, por la boca. Ahí puede complicarse (como me sucedió) en tratar de no agitarse ni desesperarse cuando uno sumerge su cuerpo a las profundidades (en este caso, de una pileta). Aunque al tranquilizarse, todo es más fácil, natural y apreciable. Manejarse solo con patas de rana en los pies y moviendo el torso para girar y direccionarse de un lado a otro, permite que las manos sean utilizadas para llevar algún elemento. Como la linterna que iluminó el fondo, en la experiencia de bucear en la oscuridad. Todo es nuevo y motivador bajo el agua, todo es llamativo e invita a explorar, como yo lo pude hacer en el lapso de una hora. Contar con un tiempo más, que el que nuestra respiración nos permite, nos acerca a un mundo ilimitado que existe en las profundidades. Una práctica imperdible que sirve para escaparse de lo terrenal y recrear los sentidos en el fondo del mar. Temas NOS Lás más leídas en Suplemento NOS