Parque Patagonia

La experiencia única del Alero Charcamata en el corazón de Santa Cruz

En las profundidades del noroeste santacruceño, lejos de las rutas turísticas convencionales, se encuentra el enigmático Alero Charcamata. Claudio Figueroa, guía y propietario de Zoyen Turismo, comparte sus conocimientos y pasión por este milenario tesoro arqueológico.

22/11/2023 • 11:32

Declarado Monumento Histórico Nacional por su belleza y gran cantidad de pinturas rupestres, el Alero Charcamata se nos presenta como un viaje en el tiempo, con sus cañadones, flora y fauna y paisajes majestuosos.

Ubicado al sur de Perito Moreno, el camino hacia el alero es una verdadera odisea: “Se llega en vehículo, camioneta, 4×4 tiene que ser, porque se vadea un río, se cruza el río Pinturas. Así que se llega, sí o sí, en camioneta en excursiones organizadas”, explica Figueroa.

El camino vehicular termina en la entrada de un cañadón, donde la excursión sigue a pie. Durante una hora de trekking siguiendo el cauce del río, el visitante se va adentrando en el mundo de Charcamata: “Antes de llegar al alero principal, ya vas viendo paredones con pinturas, que son más recientes que las de la Cueva de las Manos. Es un cañadón muy lindo, donde se pueden ver imponentes aves, como águilas moras y cóndores”.

Entre la piedra y un arroyo crece la típica vegetación esteparia que le da movimiento a este espacio rocoso de ochenta y un metros de largo, veinticuatro de alto y cuarenta y cinco de profundidad. El alero es una suerte de hendidura gigantesca en la parte inferior de una gran pared rocosa, que se formó por la erosión producida por el agua derretida de los glaciares, que fue socavando los cañadones. Mucho tiempo después, cientos de manos, guanacos, pumas, choiques y figuras geométricas fueron estampadas en sus paredes.

La elaboración y aplicación de la pintura era un proceso fascinante y singular: utilizaban pigmentos minerales, como el óxido de hierro deshidratado, y lo mezclaban con diversos líquidos, como agua, grasa e incluso sangre. Luego, aplicaban la pintura en la boca y la sopleteaban con un hueso hueco, generando un efecto único y duradero en la superficie. Las representaciones de las manos se hacían en negativo, creando una silueta con la pintura sobre las paredes de roca.

Para representar figuras más complejas, como guanacos, pumas y hasta un huemul, se cree que empleaban sus propios dedos como pinceles. Esta técnica permitía mayor precisión y detalle en las pinturas en las que capturaron la esencia de la vida natural que los rodeaba.

Estas obras de arte, que han perdurado a lo largo de milenios, nos brindan una ventana al mundo simbólico de aquellos nómades en una experiencia verdaderamente especial: “No hay valla, no hay cerca, nada que te separe de las pinturas. Es todo muy auténtico y original”, subraya Figueroa.

Claudio explica que la declaración del Alero Charcamata como Monumento Histórico Nacional y Provincial en 2015 representó un paso significativo hacia su preservación y protección. El sitio arqueológico se encuentra dentro de una estancia privada y por ello no es de acceso libre; Claudio obtuvo la habilitación para realizar estas visitas luego de haber presentado un Plan de Manejo en 2016.

El regreso desanda el mismo camino que se hizo para llegar, alternando entre caminata y vehículo. Toda la excursión, de dificultad baja, tiene una duración de entre ocho y nueve horas. Visitar el Alero Charcamata es una experiencia de turismo de naturaleza única: los visitantes se despiden de este paisaje surrealista de estepas y cañadones con un sentimiento de respeto y la necesidad de contribuir a su conservación.

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