Inesperado

Ballena sei volvió al Golfo San Jorge tras un siglo de ausencia

Después de casi un siglo sin ser vista en el sur argentino, la ballena sei regresa en masa al Golfo San Jorge. Científicos estiman que miles de ejemplares visitan cada año estas aguas patagónicas, convirtiendo a la región en un nuevo santuario marino y en un destino emergente para el avistaje responsable.

  • 07/04/2025 • 13:36
Ballena sei volvió al Golfo San Jorge tras un siglo de ausencia
Ballena sei volvió al Golfo San Jorge tras un siglo de ausencia

Luego de más de cien años sin ser vista en la región, una especie en peligro reaparece en aguas patagónicas. Científicos estiman que miles de ejemplares de ballena sei visitan el Golfo San Jorge cada año. El fenómeno posiciona a la zona como un nuevo punto clave para la conservación marina.

Durante décadas, se creyó que las ballenas sei habían desaparecido por completo del sur argentino. Sin embargo, desde hace poco más de una década, comenzaron a registrarse señales de su regreso. Hoy, el Golfo San Jorge se convierte en escenario de un renacimiento ecológico que pocos imaginaban posible: el regreso masivo de uno de los cetáceos más grandes del planeta.

Un visitante que parecía perdido

La ballena sei (Balaenoptera borealis) fue una de las especies más cazadas durante el siglo XX. Su tamaño (puede medir hasta 18 metros) y su velocidad (puede alcanzar los 70 km/h) no impidieron que fuera objetivo constante de la industria ballenera. Su población global se redujo drásticamente, y en la Argentina dejó de ser vista por casi cien años.

Los primeros indicios de su retorno surgieron en 2011 con avistamientos esporádicos. Pero fue recién a partir de 2019 que estudios científicos confirmaron algo notable: los sei estaban volviendo en grandes cantidades.

Una población en recuperación

Según investigaciones del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR-CONICET) y otras instituciones, la ballena sei comenzó a ser registrada nuevamente en el Golfo San Jorge a partir de 2011, tras casi un siglo sin avistamientos en la región. En los primeros años, los encuentros fueron esporádicos, pero desde 2019 los datos muestran una presencia sostenida: entre 2200 y 2700 individuos transitan por estas aguas cada temporada, especialmente entre diciembre y junio.

Este sector del mar argentino funciona como una zona de alimentación clave, rica en kril, copépodos y peces pequeños. La magnitud del retorno convierte al Golfo San Jorge en un escenario único para la recuperación de esta especie en peligro de extinción.

Biodiversidad y esperanza

El Golfo San Jorge, compartido por Chubut y Santa Cruz, es una región de gran riqueza ecológica. Allí conviven ballenas francas australes, delfines, lobos marinos, aves y una diversidad notable de peces. La presencia creciente de la ballena sei potencia ese valor natural.

En 2023, la organización Mission Blue, liderada por la oceanógrafa Sylvia Earle, declaró al Golfo como un “Hope Spot” (Punto de Esperanza). Este reconocimiento destaca áreas marinas con alto potencial de conservación, y convierte a esta porción del mar argentino en un lugar estratégico para el futuro de la biodiversidad marina.

Turismo responsable y ciencia ciudadana

Ciudades como Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Caleta Olivia comienzan a posicionarse como nuevos destinos para el avistaje de ballenas sei. Este fenómeno abre la puerta a un turismo diferente, con foco en la naturaleza y la ciencia.

Sin embargo, el desafío es claro: garantizar que esta actividad se desarrolle de forma regulada y respetuosa, minimizando el impacto sobre los animales y su hábitat. La participación de la comunidad también es clave: los registros de avistamientos realizados por vecinos y turistas ayudan a los investigadores a monitorear la especie.

Un símbolo de resiliencia

La reaparición de la ballena sei en el Golfo San Jorge no es solo un dato biológico: es un mensaje. En un contexto global marcado por la pérdida de biodiversidad, este regreso es una muestra de que la naturaleza, si se le da una oportunidad, puede sanar. Desde las profundidades del océano, un gigante nos recuerda que aún hay esperanza.